jueves, 12 de julio de 2018

DESPUÉS DEL CORREO




            El periodismo guayanés del siglo diecinueve, pasó por tres fases relevantes: la del Correo del Orinoco (1818-1822) como órgano oficial de la emancipación; la de publicaciones hebdomadarias de la sociedad civil iniciadas con El Telégrafo (1839) y la del diarismo inaugurado con El Boletín Comercial (1865) y que terminó con El Bolivarense (1880-1899).
            Después de fenecido el Correo del Orinoco, Guayana tuvo un receso de tres decenios en el ejercicio del periodismo.
            El afloramiento de los partidos políticos: de un lado los Conservadores del gobierno paecista, representados de
aquende del Orinoco por el prócer militar Tomás de Heres y del otro, los liberales, por Juan Bautista Dalla Costa, el viejo, líder del movimiento mercantil de la región, estimuló el renacimiento del periodismo que había quedado atrás con la extinción del Correo.
            De suerte que al calor del interés político, ese receso del periodismo fue interrumpido por la aparición de El Telégrafo, un semanario concebido por el núcleo civil que se movía en torno al viejo Dalla-Costa contra el gobierno severo de Tomás de Heres, ya Gobernador o Comandante de Armas de la provincia.
            El Telégrafo fue impreso en la segunda prensa establecida en Angostura luego de la The Washington Press, donde se editó entre 1819 y 1822 el hebdomadario de los patriotas. Fue adquirida por Lorenzo de Ayala y Hermanos, precisamente, a través de la firma comercial Juan Bautista Dalla Costa e hijos. Para operarla se contrató al joven tipógrafo italiano Pedro José Cristiano Vicentini, quien se radicó en Angostura desde el año 1839.       
            La Prensa tipográfica, totalmente dotada, llegó a la Angostura del Orinoco a fines de diciembre de 1839 y en ella, previo prospecto, tiraje de cien ejemplares, se editó El Telégrafo con el siguiente lema: “Periódico consagrado a los deseos del pueblo y con sólo el objeto de su exclusivo bien”. Daba cabida a toda información vinculada con el movimiento mercantil, marítimo-fluvial, cultural, social, religioso, judicial y político. En lo político tenía una sola línea: combatir al gobierno que desde la Comandancia de Armas influenciaba el caudillo Tomás de Heres. Pero un periódico de provincia con una línea semejante era imposible que se sostuviera, máxima existiendo  en Venezuela un Código de Imprenta que calificaba como delito los escritos adversos a los dogmas de la religión católica romana, los que excitaran a la rebelión, perturbaran la tranquilidad pública u ofendieran a la moral, la decencia, la reputación y el honor de las personas.
            Los adversarios del Gobierno encontraron una forma de evadir los controles, y fue editando periódicos de vida efímera, pero cada vez con mayor vigor combativo. Así tenemos que de septiembre a diciembre de 1839 circularon, además de El Telégrafo, el Campanero y Cuatro contra Tres. Este último sin eufemismo. Crudo y desafiante: “Esta es un publicación periódica que persigue un fin: destruir a Heres, acabar con un sistema que considera nefasto para toda la Provincia”.
            Más que periodismo para cumplir la función social de informar objetivamente y entretener, el periodismo de los primeros  tiempos fue de combate, periodismo político de denuncia, muy prestado también a los intereses socio-económico preestablecidos. Las publicaciones anteriores respondían a ese concepto igualmente con mayor reciedumbre los que le siguieron hasta los tiempos presidenciales del General Carlos Soublette.
            Al iniciarse 1840, la imprenta de los Ayala sacó el cuarto semanario: La Cuenta, también de corta duración. El regreso de Páez a la Presidencia de la República que afincaba aún más en el Poder regional a Heres y a sus seguidores los Heresiarcas como despectivamente le decían sus adversarios, motivó un nuevo receso en el periodismo hasta el 7 de marzo de 1842 que apareció  El Filántropo, órgano de la Sociedad Filantrópica constituida por quienes seguían el pensamiento del Partido Liberal fundado en Caracas en 1840 por Antonio Leocardio Guzmán.
            El Partido Liberal también tenía su periódico: El Venezolano y del mismo corte de recia oposición al gobierno que tachaba de oligarca, era El Filántropo. Su lenguaje realmente demoledor fue calificado por Juan Vicente González como “Monumento a la Perversidad”. Tan demoledor que los Hermanos Ayala no quisieron continuar por si sólo la responsabilidad y prefirieron desprenderse de la imprenta, la cual asumió enteramente la Sociedad, pero instalándola por prevención en el vecino pueblo de Soledad, al otro lado del río.
            El Filántropo circuló hasta el número 29 (20 de marzo de 1843), vale decir, hasta un año después del asesinato de Tomás de Heres, contra quien el mismo semanario y sus antecesores exacerbaron la incomprensión y el resentimiento político transformándolos en odio.
            ¿Por qué desapareció El Filántropo? No sólo porque ya no existía Heres, sino porque ese año de 1843 fue electo Presidente de la República por cuatro año el general Carlos Soublette, hermano de Isabel Soublette Jeres Aristeguieta, primera esposa del viejo Dalla Costa. De allí que Dalla Costa, tertuliano del Libertador y dueño de una gran fortuna se haya retirado entonces de la política al igual que algunos de sus seguidores, entre ellos Cristiano Vicentini. Dalla Costa murió en Génova en 1869.
            Desaparecido el Filántropo, el Taller donde se imprimía retornó a Angostura en calidad de compra por Pedro José Cristiano Vicentini, quien dio el paso hacia la independencia económica con taller propio instalado en calle La Muralla, ampliando su empresa con el antiguo equipo tipográfico del Correo del Orinoco.
            Hasta 1845 que los angostureños habían permanecido ayunos de noticias, aparecieron las publicaciones Orinoco y El Guayanés. Este último más que el primero, rompió los fuegos y extendió su llama de ardor político contenido con el siguiente lema: “La verdad es el arma del guerrero”. No tenía día fijo de salida sino cuando “necesite defender una causa, que le trae al mundo”. Ambas publicaciones circularon durante casi todo el año. Luego aparecieron  Los Ganzos, el Centinela del Orinoco, y El Compilador hasta 1853 que llegó a Angostura la tercera imprenta adquirida por la Municipalidad a través de la firma mercantil Wuppermann & Cia.
            Con la llegada de los Monagas al poder, el periodismo guayanés, hasta entonces polémico y agresivo, llegado a su punto culminé con El Filántropo, baja la guardia y se templa más por instinto de conservación que por falta de motivo.
            Además de la papelería de los entes públicos se editaron en la Imprenta Municipal, el periódico semi-oficialista El Progreso, primero, después del Correo del Orinoco, en darle cabida a la poesía, lo cual estimuló a intelectuales como Gabriel Salom, Francisco Javier Mármol, Eugenio María León y José Miguel Núñez, entre otros, para sacar en 1854 la revista literaria “Flores Silvestres”, formato de un octavo y 30 páginas.
            Dos años más tarde, el Gobernador Santos Gáspari, un médico corso radicado en Guayana desde 1835, dispuso por Decreto la creación de la Gazeta de Guayana, periódico dedicado a lo puramente oficial.
Durante la dinastía de los Monagas, dijimos, el periodismo en Guayana bajo la agresividad y se moderó apegado a las circunstancias políticas imperantes, pues los Monagas no solamente incoaron juicios contra la prensa y desterraron a Antonio Leocadio Guzmán, director de El Venezolano, sino que atentaron contra el Congreso y ello, inevitablemente fue pauta para las publicaciones provincianas. De suerte que a la caída de los Monagas en 1858, cayeron también los juicios contra la prensa y proliferaron de nuevo los periódicos. En Ciudad Bolívar (Ciudad Bolívar desde 1846)fue editado El Boliviano dirigido por Luis Pérez, impreso en la Imprenta Municipal y unido al clima de agitación que conmovía al país. Luego le siguieron El Centinela del Orinoco, dirigido por Carlos I. Salom, denunciando diez años de oprobio y pidiendo castigo para los Monagas;  El Cigarrón (1860) por la misma línea, apegado a la nueva realidad gubernamental y en la que destacó como contrapartida El Punzón, semanario satírico y burlesco que ridiculiza al Gobernador Bibiano Vidal: “Y abur, abur, ño Vidal / Que te guardo el patrimonio / Si no te lleva el demonio / Por absurdo y animal”.
            El diarismo en Guayana comenzó con El Boletín Comercial. Este periódico llegó a ser de alta periodicidad de manera escalonada: primero como bisemanario (lunes y sábado), luego como trisemanario y finalmente se hizo diario vespertino. Un extraordinario esfuerzo tipográfico en aquel tiempo, producto de la división de la sociedad empresarial que lo editaba, la cual hubo de terminar en una suerte de competencia entre El Boletín Comercial y La Revista Mercantil. Al final triunfo el primero por contar con los recursos del poder.
            El Boletín Comercial  fue fundado por Andrés Jesús Montes y editado en la cuarta imprenta instalada en la ciudad, propiedad del cumanés, Carlos María Martínez, quien trabajaba como tipógrafo de la Imprenta Municipal.
            En 1862, Martínez rompió contra Montes la relación comercial e inició por su cuenta el 9 de mayo de ese año la publicación trimestral de la Revista Mercantil. Montes entonces se asoció con el tipógrafo caraqueño Santiago Ochoa y para no quedarse atrás convirtió también en trimestral  El Boletín Comercial (9 de septiembre de 1862). Tratando de mejorar las posibilidades de su publicación, Montes, forzado por los costos, aprovechó la oferta que desde La Guaira le hiciera el tipógrafo Jesús María Ortega y se asoció a éste en 1864. Al año siguiente, a objeto de que El Boletín Comercial se transformara en el primer diario vespertino de la región, Montes vendió su parte en la empresa a Pablo María Rodríguez y bajo la dirección  de este impresor salido de la escuela de Vicentini, El Boletín Comercial se hizo diario a partir del primero de septiembre de 1865, contando con el apoyo de los Gobiernos que se sucedieron en la provincia hasta el ascenso de Guzmán Blanco al Poder.
            Para contrarrestar las opiniones antiguzmancistas del Boletín, el liberal Juan Manuel Sucre fundó El Orden bajo la invocación de Paz, Libertad y Progreso. Era el periódico de la Revolución de Abril que llevó a Guzmán Blanco al Poder y a Juan Bautista Dalla Costa hijo al Gobierno del Estado Bolívar.
            Cumplida su misión con vocación de periódico regionalista, bien informado, dio paso a otras publicaciones. En cuanto a  El Boletín Comercial, no pudo resistir por más tiempo. En 1872, los liberales del guzmancismo bolivarenses lo llevaron irremisible a la quiebra eliminándole la pauta publicitaria oficial. El taller de impresión del periódico fue judicialmente rematado y quedó en manos de Julio Simón Machado para producir e dirigir El Centinela de Oriente (1873), diario liberal, para apoyar las aspiraciones políticas del clan de los Machado: de Tomás, quien fue Presidente del estado en 1877 y del General Juan Antonio Machado, quien la había ejercido anteriormente entre 1874 y 1875, cuando se lanzó como candidato a la Presidencia de la República en los comicios de 1876 para competir con el general Francisco Linares Alcántara, pero sólo obtuvo el voto de su estado.
            El Centinela de Oriente tenía un tiraje de 800 ejemplares por día y circulaba en formato de un cuarto de página. Extinguido El Centinela, surgió en 1877 El Regenerador para mantener viva la llama del guzmancismo y al año siguiente La Prensa, diario dirigido por José María Arroyo en la primera imprenta de vapor establecida en la ciudad por cuenta de Emeterio Pérez. Finalmente surgieron como diarios vespertinos La Prensa Liberal y El Bolivarense, el más longevo de todos los diarios del siglo diecinueve. Circuló durante diecinueve años
            La Prensa Liberal, fundada en junio de 1885, estuvo circulando hasta la caída de Guzmán Blanco. Aparecía todas las tardes como órgano   de los intereses  generales. Por lo menos era ese su lema. La suscripción costaba cinco bolívares al mes y 50 céntimos el número suelto.
            Desde la calle Bogotá, Nª 12, comenzó a circular bajo la dirección del doctor Vicente Blanco Buroz a quien el año siguiente sucedió el periodista Ramón B. Luigi y finalmente José Manuel Natera. 
            El diario apareció en formato de 54 x 36 cm., a cuatro columnas. En la primera columna de la primera plana el Almanaque con todo el santoral del mes. En la siguiente, comerciales o avisos económicos, entre ellos El Baratillo, de Manuel Bigott, anunciado “tener un nuevo surtido tan bueno, tan barato y durable”. Alpargatas, suela de la afamada Tenería del señor Delfín S. y Cía., del color y clase que se exija y a precios sumamente baratos. Artículos de talabartería, quincallería, aperos para arreos de burros, imágenes de santos, Cordones de San Blas, Escapularios, Cal famosa de Caracas. Asimismo, de manera permanente el aviso del Taller Fotográfico de Luis Aristeguieta Grillet, en la calle Bolívar, Nº 2. Las páginas interiores se dedicaban a artículos de opinión.
            La edición 59 del 14 de septiembre de ese año 1885, publica un artículo titulado Abajo Caretas donde se acusa al Director de El Bolivarense de conducta antipatriótica y de propósitos hostiles al gobierno del general J. M. Bermúdez Grau, Presidente del Estado y quien promovía como sucesor al general Raimundo Fonseca González, un militar y político apureño, que anteriormente había sido Presidente del estado entre 1880 y 1884, período de Guzmán Blanco.
            En 1880, cuando se eclipsaba la estrella del guzmancismo y la actividad económica bolivarense había dado un vuelco, los veteranos José María Ortega y Pablo María Rodríguez, antiguos socios de El Boletín Comercial, volvieron a probar suerte adquiriendo una imprenta de vapor, la segunda establecida en la ciudad, donde comenzaron a editar El Bolivarense, diario de la tarde que circuló desde 1880 hasta el advenimiento de Cipriano Castro, ya extinguiéndose 

No hay comentarios:

Publicar un comentario