viernes, 13 de julio de 2018

POESÍA EN EL CORREO DEL ORINOCO



            El Correo del Orinoco, hebdomadario de los patriotas que circuló en y desde Angostura para toda Venezuela y América, entre el 27 de junio de 1818 y el 23 de marzo de 1822, para cubrir el acontecer de la guerra de Independencia y dar a conocer las ideas políticas de sus líderes frente a las colonialistas del poder real español, no fue ajeno a la Poesía.
            Por supuesto, en medio del fragor de una guerra que al igual que todas las guerras, es madre nutricia del riesgo, el valor, el sacrificio y la sangre, la poesía no podía ser distinta a la que ocasionalmente y siempre tras un hecho trascendente, publicó el Correo del Orinoco, poesía alusiva a un patriota o a una acción épica. Incluso, reprodujo en tono recriminatorio las que en determinado momento compusieron los aduladores del enemigo.
             No era una poesía libre, existencialista, surrealista, social o expresionista como la que han pugnado por dominar el universo de nuestros días, sino muy lírica y dentro de los patrones decimonónicos de la métrica, la rima, la armonía y el ritmo.
            Cuando el lector comienza a leer la colección del Correo del Orinoco, posible hoy en ediciones facsimilares de archivos y bibliotecas, no concibe la poesía inserta entre decretos, actas gubernamentales, proclamas, discursos, boletines, partes de guerra, movimiento aduanal, aviso de remate y subasta. Pero la poesía es en cierto modo ubicua, está y siempre ha estado en cualquier tiempo y lugar. Puede estar latente o manifiesta en alguna parte. Y, por supuesto, el desprevenido puede sorprenderse si ojeando y hojeando un hebdomadario de la característica y resonancia del Correo,  se tropieza con una poesía, como me ocurrió a mí cuando encontré en la última página de la edición 34 ésta de catorce versos, letra cursiva, entre un parte de guerra del General Santiago Mariño y el aviso de un almacén de comestibles:
            Cuando la Patria alegre repetía / el más festivo himno a la victoria / para aplaudir un hecho que la historia / celebrará en sus fastos algún día; / de improviso conturba su alegría / no borrará jamás del alma mía. / ¡Murió el joven Palacio, el modelo / del honesto saber, la virtud pura…! / Ay ¡la patria de luto y negro velo! / ha llegado a la tumba su amargura; / y la amistad, llorando sin consuelo, / la vista apartada de la sepultura.
            Como vemos, se trata de un soneto, sin firma, dedicado a Manuel Palacio Fajardo, médico, abogado, político, diplomático, periodista, firmante del Acta de Independencia de 1811. Palacio había fallecido el 8 de mayo en la ciudad de Angostura, siendo diputado al Congreso en representación de la Isla de Margarita, aunque él era nativo de la Villa de Mijagual de  la Provincia de Barinas. Murió después de tres días de fiebre y a consecuencia de un aneurisma en la aorta, a la edad de 32 años. Aunque existe un monumento  en el Cementerio Municipal de la ciudad, sus restos, como los de Piar, jamás fueron hallados para ser transferidos al Panteón Nacional, como bien lo dispuso el Presidente Antonio Guzmán Blanco en su decreto del 27 de marzo de 1874.
            De allí en adelante, el redactor no escatimará espacio para la poesía que llegue al Correo del Orinoco. Así vemos que en la edición siguiente del 31 de julio de 1819, tercera página, se halla un artículo, también sin firma, que  condena las felonías de algunos americanos al servicio del Reino y, dentro del mismo, esta composición poética de diez versos octosílabos:
            Maldigamos la vil ley / Que a independencia convida, / Defendamos cetro y vida / De Fernando, nuestro rey, / Que viva nuestro virrey, / Morillo, Enriles, Morales / Gobernador, Oficiales / Y toda su invicta tropa, / Que vinieron desde Europa / A remediar nuestros males.
            Esta décima, referida a Pablo Morillo cuando en 1815 tomó Nueva Granada e hizo fusilar 600 patriotas, entre ellos, ilustres varones como Camilo Torres y el sabio naturalista Francisco Caldas, tuvo respuesta a la mañana siguiente en una hoja suelta, del modo siguiente:
            Bendigamos la gran ley / Que a independencia convida, / Destruyamos cetro y vida / De Fernando, intruso rey. / ¿Qué quiere decir virrey, Morillo, Enriles, Morales, / Gobernadores, Oficiales, / Y toda su indigna tropa. /  Sino ladrones de Europa, / Que duplican nuestros males?
            Los fusilamientos que ordenó Morillo tras la toma de Cartagena, valientemente defendida por los patriotas, tuvo la característica de un genocidio que encogía de pánico, pero no faltaron quienes se arriesgaran a denunciarlo a través de la palabra en versos como los de un soneto reproducido por el Correo del Orinoco en la edición 48 del sábado 15 de enero de 1820. Este soneto, dedicado a Policarpa Zalabarrieta por un compatriota anónimo, el propio día de su ejecución en una plaza pública de Bogotá por habérsele comprobado adhesión a la causa republicana, dice textualmente, así:
            Muger divina que muriendo diste, / Lección de heroísmo al Pueblo Americano, / Del bárbaro furor de un cruel Tirano, / En el suplicio mismo triunfo hubiste: / Ya del Dios de la Patria recibiste, / De tú martirio el premio soberano, / Y por ser libre del furor hispano, / A vencer o morir nos resolviste. / Así un grito se oyó que discurría / De Bogotá por la Ciudad hermosa, / Cuando otro grito sin cesar decía, / Con sangre Ibera, oh Pola victoriosa, / Juramos empapar la tumba fría / Que tú memoria guarda ¡Ay quan llorosa! / Yace por salvar la Patria, es el anagrama de Policarpa Zalabarrieta.
            EL Correo del Orinoco, en varias ediciones y cuya autoría atribuye a un diputado que no identifica, publica por entrega y comenzando en el tiraje del 11 de septiembre de 1819, el artículo titulado “Memoria Biográfica de la Nueva Granada” en el que trata de la vida de los ilustres patriotas ejecutados por Morillo, entre ellos, el doctor Camilo Torres, Francisco José Caldas, doctor Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Fruto Joaquín Gutiérrez, doctor José María Gutiérrez, doctor García Rubira y doctor José María Dávila. En el término de la biografía de este último, el semanario inserta en su edición del 19 de febrero de 1820,  “Canto Heroico” sobre la Campaña de Bogotá, escrito por el mismo diputado autor de la Memoria. Es un canto integrado por ochenta y un cuartetos decasílabos, de los cuales escogimos salteadamente los que siguen:
            Alégrate mil veces héroe grande, / Político sagaz, feliz Bolívar, / De ser el instrumento de los Cielos / En redimir la tierra Granadina. /// A Santander y Anzoátegui su mano / Dos coronas de mirto les dedica, / En Boyacá mostraron su ardimiento, y lo que puede el arte y disciplina. /// Merecidos elogios se tributan / A los Breones en su Compañía / Las del Támesis dexaron, / Para defender la libertad querida.
            Aunque Atanasio Girardot fue muerto en 1813, el Correo del Orinoco, en su edición 54 del 11 de marzo de 1820, propone una octavilla en forma de epitafio para el oficial de San Jerónimo que cayó mortalmente herido y envuelto en la bandera republicana cuando en el curso de la Campaña Admirable, Bolívar salió al encuentro de Monteverde y derrotó su vanguardia en las alturas de Bárbula. La octavilla que es una poesía de arte menor, dice así:
            Girardot…. Aquí yace sepultado, / Vivió para la Patria un solo instante, / Vivió para la gloria demasiado. // Y murió vencedor siempre constante. / Sigue el ejemplo ilustre que le ha dado / Si todavía hay Tiranos, caminante. / Pero si ya de libertad se goza, / Detente y llora sobre aquesta loza.
            La Seguidilla, prácticamente marginada de la poética contemporánea, es una copla popular o una clase peculiar de cuartela, cuya particularidad consiste en que los dos versos pares son más cortos que los impares. Aparece en la página última  de la edición 60 del Colrreo del Orinoco con el título de “Seguidillas Patrióticas” y el redactor del hebdomadario le da cabida aduciendo que encuentra en esos versos “tal contraste de lo que debía sentir y hacer la Corte de Madrid, cuando la peste asolaba a Andalucía”, además de ser “como garante del término probable de la insurrección Española”. La suscribe un tal “Xaranero de Puerto de Pozos” y reproducimos sólo las cuartetas primeras porque es exageradamente larga:
            ¡Válgame Dios Marica, / Y qué mundillo! / Hay quien llora y que ríe / A un tiempo mismo // pues que el mundo es fandango, / ¡Vaya un respingo, / Luego el zapateo, / Cabriola y brincos! // Fiesta hay en la Corte, / Mientras el Cádiz / Doblan a muerto todos / los sacristanes. 
            Ganada la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821, con la cual quedó sellada la Independencia de Venezuela, Bolívar hizo su entrada en Caracas cinco días después en medio de un gran regocijo popular, mientras el ejército enemigo, al mando del Coronel Pereira, se retiraba por Catia con dirección a Carayaca.
            Luego el pueblo se preparó para celebrar el triunfo de las armas patriotas en Carabobo con manifestaciones por las calles y grandes lienzos. En uno de ellos, colgado en la capilla de la Universidad, se veían las figuras de Hércules y Minerva colocando sobre la columna de la inmortalidad el busto de Simón Bolívar y el propio Libertador desde otro ángulo contemplándolo con una cadena rota en la mano y en la otra el pabellón nacional.
            Sobre las gradas del Norte de la Plaza Mayor, una orquesta de música vocal e instrumental animaba el ambiente y cinco arcos elevados circundaban la plaza. En el principal una transparencia con alegoría alusiva a la Batalla de Carabobo y en los otros, estatuas representativas del valor, la constancia, la justicia, la libertad y en los pedestales grabadas octavas poéticas que el Correo del Orinoco publica en su edición 122 del 15 de diciembre de 1821. He aquí la de Carabobo:
            La fama alada con clarín sonoro / Publica al orbe la feliz victoria, / Que ha llenado a Colombia de decoro, / Y a sus huestes de mérito y de gloria: / De Carabobo el nombre en letras de oro / Escribirá la musa de la historia, / Abriendo de Bolívar el ejemplo / De la inmortalidad el sacro templo.

            En el acto organizado en la Plaza Mayor de Angostura por el Gobernador José Ucroz, para que los guayaneses juraran la Constitución  de la Nueva República integrada por Nueva Granada y Venezuela, sancionada por el Congreso de Cúcuta el 4 de junio de 1821, se levantaron en las esquinas de la hoy Plaza Bolívar, cuatro pirámides de cuyas caras los poetas aficionados escribieron tercetos que el Correo del Orinoco en su edición 126 reproduce. En uno de ellos, un poeta dibujó una corona de laureles y escribió: “Estos laureles ceñirán la frente / Del Campeón Bolívar ilustre Colombiano / Que ha sabido vencer al déspota inhumano”. Fueron los últimos poemas que publicó el semanario sabatino de Angostura, pues le faltaban sólo dos ediciones para extinguirse como en efecto se extinguió el 23 de marzo de 1822 en “las inmensas soledades del Orinoco”.

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