jueves, 5 de julio de 2018

EL LUCHADOR

            
Nació entonces El Luchador, diario de la tarde, con el mismo formato de su antecesor (51x32), bajo la dirección de Jorge Suegart y Domingo María Navarro en calidad de Redactor. Edmundo Suegart fungía de administrador. El Luchador comenzó a editarse el 10 de julio de 1905 en los mismos talleres tipográficos La Empresa establecidos por el general Agustín Suegart en 1893, con imprenta de vapor y linotipos que introdujo después en 1911
            Aparece hoy en la escena pública este diario –dice el editorial- nacido al calor de patrióticos móviles: la de cooperar sus propietarios y su redactor en la medida de sus facultades a la obra emprendida el memorable 23 de mayo de 1899 por el actual Jefe del país. Un editorial complaciente con el mandatario que había accedido a reabrir El Anunciador, pero con otro nombre: El Luchador.
            El número inicial publica en primera plana, además del Editorial, un anuncio grande, ilustrado con grabado, de la Emulsión de Scott. En el resto de sus cuatro páginas a cuatro columnas anchas (7cms) varias notas, entre ellas, una advirtiendo que toda publicación se paga por adelantado, otra sobre la sección Sábado Literarios que tendrá el periódico. La tercera contiene un saludo al Constitucional, diario de la Restauración. Luego el texto completo que se extiende hasta la tercera página, del mensaje Presidencial al Congreso de la  República.
            Continúa, dando cuenta del estado de las líneas del Telégrafo Nacional, de la correspondencia postal, carteles, y con el título Folletín una nota informando que a partir del segundo número del periódico se publicará la novela de Pablo Feval La Merluza de Oro inaugurado así la Biblioteca de El Luchador. A renglón seguido aclara que “si algún defecto se la encontrare, sólo se deberá a la suma pobreza de nuestra pluma, que se atrevió a traducirla”.
            Informa su  Director que en su reciente viaje a la Capital de la República, fue galantemente agasajado en Puerto España y La Guaira por los directores de The Mirror y  El Heraldo,  respectivamente.
            Publica el programa de exámenes del Colegio Santo Tomás, dirigido por Carlos García Romero así como la Relación de la mercancía importada: de Trinidad, por José Acquatella; de Nueva York, por Blohm, y Boccardo; de Southampton, por la Golfield of Venezuela Limited; de Liverpool, por Ramón Leal y H. Blohm; de Amsterdam, por Virgilio Casalta, toda la cual llegó en el vapor Delta el 7 de julio. Total 1557 bultos con rendimientos fiscales de Bs. 197.000.
La publicidad comercial de este primer número se reduce a materiales de construcción (tejas, adobes de piso y de azoteas), tónico oriental para el cabello; Arsiquinine Lemaitre, para el paludismo y enfermedades del hígado; Jarabe de hipofosfito de cal, para enfermedades del pecho; Linimento Geneu, para peladuras de caballo; Laxativo bromo- quinina, para curar   resfriados en un día y del Teatro Bolívar anunciando para el martes la puesta es escena de las Zarzuelas: Campanero y Sacristán, debutando Salvador Calojero como primer barítono; Chateux Margaux y el Mozo Crúo. A los dos años El  Luchador inicia una etapa de modernización. Se pone a tono con la nueva tecnología e importa de la fábrica Pronty Printing Press una nueva Prensa para gran formato, con la ventaja de mayor rapidez y nitidez. Entonces cambia de logotipo y en la primera página reservada para anuncios comerciales, comienza a meter información y artículos, a partir de la edición 596.
            El 3 de mayo de 1909 volverá a sustituir el logotipo de letras cursivas por letras romanas y el 25 de junio del año siguiente ensaya la estenotipia produciendo en casa el primer grabado: Juramento de Washington y seguidamente el de Lincold. En enero de 1911 cambia de formato. Empieza a salir tamaño 37x55 cms a cinco columnas e introduce la sección Florilegio Guayanés que incluye dos o tres poemas y una foto del autor. En octubre de ese año llega el primer Linotipo para ser estrenado junto con la llegada de la electricidad generada por máquina de vapor que trabajaba con carbón antracita. Al mes siguiente, con la colaboración del Gobierno Regional y del Comercio se suscribe a la Agencia Pumar de noticias. De esta manera se puso a la par de El  Universal y El Tiempo, al publicar el mismo día las informaciones internacionales enviadas por vía telegráfica. Toda esta información en primera plana.
            La Guerra europea del 14 afectará la salida de El Luchador. El alza del papel de imprenta, los retardos del transporte marítimo y las dificultades en el servicio regular de las correspondencia y libramiento de órdenes y giros mercantiles llevan a la Editora a reducir de cuatro a dos las páginas del periódico desde el 15 de diciembre al primero de febrero de 1915. Diez años después, el 18 de julio de 1925 aparecerá la primera caricatura. Firmada por Lag, es una alusión a la previsión cinegética.
            El 27 de enero de 1927 El  Luchador inaugura nuevos linotipos adquiridos en la fábrica Mergenthaler de Nueva York. Al acto inaugural asiste el  Presidente del Estado Bolívar, General Silverio González. A partir de entonces se puede decir que El Luchador nada tiene que envidiarle a los periódicos de la capital en materia de impresión. Su falla siempre consistió en no disponer de un buen equipo de reporteros y abusar del refrito de los periódicos con los cuales se canjeaba a nivel nacional e internacional.    Su circulación estaba asegurada por las numerosas suscripciones y por largo tiempo en Guayana no hubo periódico más estable que El Luchador.
El Luchador de los hermanos Suegart era de perfil conservador, un vespertino que aceptaba toda clase de colaboración, excepto las que de algún modo lesionaran los intereses de la religión, del gobierno de turno o de algún sector o individualidad influyente de la ciudad. Por esa línea general de acción no estuvo sometido a las vicisitudes políticas de las épocas de facto, pues la experiencia de El Anunciador resultó aleccionadora.
            Sus titulares nunca fueron abultados, agresivos o sensacionales y carecía del atractivo dinámico de la prensa moderna. Buena parte de los espacios eran cubiertos por extractos o reproducciones de la prensa nacional o extranjera. Pero a partir del 15 de febrero de 1969 y a raíz del fallecimiento de su director Jorge Suegart, El  Luchador rompió con ese esquema y se transformó en tabloide matutino con más de ocho páginas, para competir con El  Bolivarense que había reaparecido como diario de la mañana el primero de diciembre de 1958.
El Fallecimiento de don Jorge Suegart, fue un duro golpe para la estabilidad de El Luchador, pues el resto de los hermanos, al carecer de ese formidable eje en torno al cual siempre giraron con suprema lealtad y solidaridad, se dispersaron dejando prácticamente enervado un patrimonio que era más de los citadinos bolivarense que de ellos mismo.
            Ramón Benítez Arroyo primero y Jesús Oxford, después, como director y administrador de toda la empresa que había pasado a un estado de conflicto judicial, hicieron  cuanto pudieron por mantenerla en pie hasta que en 1976 se agudizó el conflicto entre las partes y fue adquirida tanto  la editorial como el periódico por el doctor Ramón Castro Mata, quien reubicó la empresa editora en un extremo de la antigua calle El Porvenir y le dio un vuelco a la dinámica del diario, incorporando nuevos equipos, entre ellos una máquina rotativa Offset Goss y periodistas calificados.
            En manos de su editor, quien lo rescató de su momento crucial, El Luchador pasó por la dirección de los periodistas Andrés  Bello Bilancieri,  Ramón Aray Lefebres y Luis Lira Puerta. En 1980 volvió a ser periódico standard y al año siguiente fue vendido al Grupo Barranco de Barquisimeto por 3 millones 100 mil bolívares.
            En noviembre de 1984, siendo su director Jorge Romero, y ya en el umbral de sus ochenta años, El Luchador cayó vencido tras una cadena de embargos que había comenzado tres meses antes. Para entonces, la Editora había quedado prácticamente desmantelada. Máquinas y equipos de valor fueron sacados del taller de impresión y puestos por los Jueces en manos de depositarios legales. Unos treinta trabajadores gráficos, obreros oficinistas, fotógrafos y periodistas, quedaron en la calle y fueron los últimos en demandar. Los últimos, por ser ellos lo más interesados en que esta fuente de trabajo no cesara y, fundamentalmente, por lo que el periódico representaba para la tradición periodística y cultura bolivarense.
            La empresa venía sorteando problemas económicos de variada naturaleza hasta que ya, al borde de la quiebra, el Fisco inició acciones judiciales a las cuales se sumaron, entre otras, las del Banco  Guayana, Mercantil, Chiz, y Hermanos & Sucesores C. A, cargando con casi todos los bienes.
            De Barquisimeto, sede de El Impulso que disputaba a El Luchador el título de decano de la provincia, vinieron a destronarlo, a sepultarlo, no precisamente en un barranco minero sino en otro, que al ser rellenado, ha dejado profundas grietas por donde la vindicta del tiempo habrá de hundir seguramente a quienes aparecen como culpables en el juicio incoado  por la conciencia pública bolivarense.   


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