sábado, 7 de julio de 2018

LA REVISTA HORIZONTES



            Ya agonizando el Siglo XIX, de una nueva publicación periódica, pero fuera de lo común, empiezan a disfrutar los bolivarenses.  Se trata de la Revista Horizontes,  publicación mensual del Centro Científico-literario de Ciudad Bolívar. Apareció el 31 de enero de 1899 y estuvo circulando hasta 1914 bajo la dirección de los doctores Luis Alcalá Sucre, J. M. Agosto Méndez y Bartolomé Tavera Acosta.
            En el último año del siglo XIX cuando un grupo de hombres aguijoneado por el deseo no sólo de divulgar sus conocimientos científicos y producciones literarias, sino de confrontarlos y decantarlos con los aportes del diálogo y la discusión, acordó asociarse coherentemente bajo la disciplina de un compromiso.
            Así nació el 10 de enero del primer mes del último año del siglo diecinueve, el Centro Científico-literario de Ciudad Bolívar, en la casa de habitación del doctor Luis Alcalá Sucre, donde a las siete de la noche se reunieron, además del anfitrión, los doctores Luis Felipe Vargas Pizarro, José Miguel Torrealba García, Guillermo Herrera Franco, Bartolomé Tavera Acosta, José Manuel Agosto Méndez, José Tadeo Ochoa, Luis Antonio Natera Ricci, Carlos García Romero; Bachilleres Federico Calderón, Saturnino Rodríguez Berenguer, Pedro Felipe Escalona, Antonio José Lagardera, Ernesto Núñez Machado, Luis Acevedo Itriago, Ángel Vicente La Rosa, Antonio Bello, Rafael Villapol y los ciudadanos Luis María Mármol, Juan Vicente Michelangelli, Luis Aristeguieta Grillet y Miguel Isaías Aristeguieta.
            Estos fundadores, a los cuales se fueron sumando en el tiempo otros intelectuales valiosos, nombraron al Dr. Luis Alcalá Sucre, presidente del Centro y a los doctores Luis Felipe Vargas Pizarro y José Miguel Torrealba, primero y segundo vicepresidentes, respectivamente, Secretario de Actas, J. M. Agosto Méndez; Secretario de correspondencia, B. Tavera Acosta y Tesorero, Saturnino Rodríguez Berenguer.
            Idea primordial del Centro era fundar una revista que a la postre vino a ser “Horizontes”, en formato de 34 x 25 cms., y con un director, el presidente del centro, Luis Alcalá Sucre y un administrador, B. Tavera Acosta. Todos los miembros se consideraban redactores y así, el 31 de enero de 1899, inició su aventura científico-literaria desde el taller tipográfico de Julio S. Machado que terminó en los talleres de “La Empresa” de los Hermanos Suegart.
            Su primer número de dieciséis páginas que con el tiempo duplicará a treinta y dos, se presenta con un editorial titulado “Prospecto” en el que destaca que “Hijos nosotros de estos últimos tiempos, quisiéramos destruir la onda amarga que ahoga las iniciativas generosas de nuestro compañeros, los intelectuales hastiados de una brava generación naciente –borrar las arrugas precoces de los rostros y las contracciones de los labios juveniles- que si es cierto que no vivimos en el mejor de los mundos,  también lo es que la humanidad no parece tan fea como la pintan los misántropos, pues ni por regla general resultan los hombres perversos y malandrines, ni las mujeres se convierten siempre en las diablillas de uñas sonrosadas que los bardos describen en sus deliquios lacrimosos”.
            La aparición de esta revista ocurrió once días luego del fallecimiento de uno de los impresores más notables de la ciudad: Jesús María Ortega y Rodríguez (20 de enero de 1899), decano para entonces del gremio de impresores del estado Bolívar y fundador del vespertino “El Bolivarense”, el diario de más larga duración -19 años- del siglo diecinueve.
            Junto con el guaireño Jesús María Ortega y Rodríguez se distinguieron otros impresos de talla y renombre como el cumanés Carlos María Martínez, fundador junto con Andrés Jesús Montes de “El Boletín Comercial”, semanario y trisemanario convertido más tarde por Pablo María Rodríguez en el primer diario que tuvo Guayana; el veneciano José Cristiano Vicentini, impresor del combatido y combativo semanario El Filántropo y el valenciano Luis Pérez, fundador de El Boliviano (1861). Todos ello, dotados además de una interesante cultura humanística, fueron los pioneros de la tipografía al Sur del Orinoco y maestros de los primeros guayaneses del ramo, entre ellos, Alfredo Mario Blanco, fundador de El Anunciador (1895), trisemanario convertido en diario por don Agustín Suegart a partir de 1900, y Julio Simón Machado, en cuyos talleres propios se inició la impresión de la revista Horizontes.
            Cuando la revista “Horizontes” sale a la luz pública por primera vez era Presidente del estado Bolívar el general Ernesto García, quién se había juramentado el 5 de febrero del año anterior. Este gobierno fue quién convirtió la Plaza Miranda en un jardín y en ella había decretado, lo que nunca se cumplió, colocar bustos de bronce de los oficiales distinguidos en la guerra de Independencia: José Tomás Machado, Ascensión Farrera y Cornelio Antonio Muñoz. Este último nativo de Apure que entonces pertenecía a la Sección Guayana.
            A juzgar por dos ejemplares facsimilares que nos regaló Andrés Palazzi Pietrantoni, presidente de la Fundación Cultura Orinoco, pues sólo conocíamos los que habían circulado desde su fundación hasta 1900, “Horizontes” redujo años después el tamaño de su formato y su dirección fue asumida simultáneamente por los doctores Luis Alcalá Sucre, J. M. Agosto Méndez y Bartolomé Tavera Acosta.
            Circulaba cada mes a nivel de suscriptores, quienes debían pagar contra entrega un bolívar, precio que había sido rebajado, pues hasta febrero de 1900 se estuvo vendiendo a Bs. 1,50 el ejemplar. No aceptaba colaboraciones que no fuesen especialmente solicitadas por los Directores, los cuales no asumían la responsabilidad de los artículos que apareciesen con la firma de sus autores.
            Esta revista tuvo la particularidad de que su numeración fue siempre en orden corrido, desde el primero hasta el último número. La portada de su formato rectangular varió en el estilo de las letras del nombre “Horizontes”. Al comienzo aparecía en letras góticas todas mayúsculas, impresas de manera oblicua y luego de la misma forma, pero en letras egipcias. El año y el número en el ángulo superior izquierdo y “Revista Mensual” en el ángulo inferior derecho. En el reverso de la portada impreso el sumario o contenido de la revista y en la contraportada un aviso de la tipografía donde era editada, seguramente como parte de pago por el costo de la edición, cuando no, el remate del espacio fijo “Ecos y notas” que podía llevarse ocho páginas o más, todo dependía de las publicaciones foráneas que llegaran en calidad de canje y de los sucesos relacionados con gente distinguida de la ciudad y resto del estado.
            El número 70 del 30 de abril de 1909 aparece todavía con el nombre en letras góticas en la portada. Este número trae un estudio sobre Derecho Penal del doctor Nuñez Machado en el que aborda las corrientes de la escuela clásica y la positivista. En un extenso y conceptual estudio sociológico del delito que publica por partes.
            Pedro Felipe Escalona describe el paisaje de la ciudad captado desde la fortaleza de El Zamuro que no menciona, pero que imaginamos cuando escribe: “Desde la altura donde el espíritu bélico de una época, plantara un inservible cañón de defensa, domino con la mirada el amplio y variable paisaje que se extienda a mis pies”.
            Y en otro párrafo, ya al final: “Más allá, detrás de las riscosas colinas de la costa fluvial, el sol se iba ocultando majestuoso con su enorme faz roja como inmensa lentejuela de sangre; mientras sus últimos rayos cubrían de ricos matices el bosque, el río lejano, la laguna inclemente, el solitario campo de los muertos, y la vieja ciudad cálida y taciturna de muros rectos y fuertes, y terrazas blanquecinas, que como enormes cubos de piedras, semejan una inmutable ciudad oriental”. (Por supuesto, no es la ciudad actual semejante al Saladillo de Maracaibo, de colores vivos como una guacamaya, que nos han dejado la arquitecto  Rosángela Yajure y compañía).
            Otros temas, entre ellos, “El Centenario de la Bandera Nacional”, de Antonio Lecuona Bejarano; “Los estridos” (gusano de monte), de M. Figuera Montes de Oca; “Orígenes americanos”, de Pedro A. Carracosa, presenta el Nª 70 de “Horizontes” aparte de la infaltable poesía, generalmente soneto como “Nocturno” de Agosto Méndez; “Escarlata”, de Odón Pérez; “El madrigal de las rosas”, de José Santos Chocano; “Amor Verdadero”, de Guillermo Valencia; “Monja”, de Emilio Menotti Spósito y “Redemptio” (cuartetos) de Concepción de Taylhardat.
            El número 94 de “Horizontes” (30 de abril de 1911) se inicia con una contribución al estudio de las analogías idiomáticas y etnológicas de nuestros aborígenes con los del continente asiático y al de los petroglifos venezolanos, de B. Tavera Acosta y prosigue con artículos de Eduardo Zamacois sobre el Conde Tolstoy; de Eloy G. González sobre el concepto que tenía Bolívar sobre Napoleón; de Vargas Vila sobre el peligro Yanki en América Latina; del sacerdote católico Marcelo Maldonado sobre Dios y el alma humana; de Tavera Acosta sobre Uaicaipuro; el cacique más glorioso de Venezuela en la historia de la conquista; de Antonio Rafael Machado, sobre la muerte de Piar; de S. González Perdomo, sobre el 19 de abril de 1810. Asimismo en ese número se dedica buen espacio a la poesía en versos y prosa.
            Por “Ecos y Notas” de estas edición nos enteramos de la muerte de Diego A. Blanco, el 11 de abril de 1911, uno de los fundadores del Centro Científico Literario. Autor de “Ondas del Orinoco” que recopila sesenta sonetos, Dejó unos cien inéditos. Además de poeta era militar con el grado de general, y político. Luchó al lado de los “Azules”, por lo tanto, hizo oposición frontal a Guzmán Blanco y por este soneto titulado “27 de abril” que declamó en la Plaza Bolívar, fue encarcelado y expulsado del país en 1873: “!Días nefasto y de recuerdo odioso! / ¡Día de maldición, día de llanto! / Oculta triste, bajo negro manto / el puso azul de nuestro cielo hermoso / No vengas a tumbar fiero, el reposo / De los que yacen el sepulcro santo / Deja a la adulación que entonces el canto / Postrándose a los pies del poderoso / Y al desparte ¡Oh pueblo! Del letargo / En que un vil dictador te tiene hundido / Arrójale a la cara el pan amargo / Ese pan que te brinda, fementido / No más humillación, alza la frente /  ¡Y castiga a ese déspota insolente!”.
            También por “Ecos y notas” nos enteramos que el tiraje 92 de la revista “Horizontes” estuvo totalmente destinado a la boda del historiador, etnólogo, lingüista y periodista Tavera Acosta con Isabel María La Grave. Los espacios de esa edición apenas alcanzaron para 82 composiciones poéticas dedicadas al celebrado connubio de este intelectual carupanero que adoptó a Guayana como su segunda patria chica.
            Estas, sin incluir las que aparecieron en publicaciones foráneas del mismo corte “Desde la Sierra” donde el poeta merideño Emilio Menotti Spósito inserta ésta: “Hace cumplido tu anhelo / Sea un cielo la ilusión / y sea tu amor otro cielo / con un sol tu corazón”.
            La revista Horizontes circuló hasta 1914, debido a la escasez de papel acusada por la Editorial “La Empresa”, derivada de la Guerra europea que afectó incluso al diario El Luchador, al tener que reducir de 4 de 2 el número de sus páginas.

            Vino en cierto modo y con menos exigencias a suplantarla después la “Gaceta Médica” (primero de septiembre de 1914), dirigida por el doctor J. M. Agosto Méndez, uno de los tres directores de la revista  Horizontes. 

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