Ya
agonizando el Siglo XIX, de una nueva publicación periódica, pero fuera de lo
común, empiezan a disfrutar los bolivarenses.
Se trata de la Revista Horizontes,
publicación mensual del Centro Científico-literario de Ciudad
Bolívar. Apareció el 31 de enero de 1899 y estuvo circulando hasta 1914
bajo la dirección de los doctores Luis Alcalá Sucre, J. M. Agosto Méndez y
Bartolomé Tavera Acosta.
En
el último año del siglo XIX cuando un grupo de hombres aguijoneado por el deseo
no sólo de divulgar sus conocimientos científicos y producciones literarias,
sino de confrontarlos y decantarlos con los aportes del diálogo y la discusión,
acordó asociarse coherentemente bajo la disciplina de un compromiso.
Así
nació el 10 de enero del primer mes del último año del siglo diecinueve, el Centro
Científico-literario de Ciudad Bolívar, en la casa de habitación del
doctor Luis Alcalá Sucre, donde a las siete de la noche se reunieron, además
del anfitrión, los doctores Luis Felipe Vargas Pizarro, José Miguel Torrealba
García, Guillermo Herrera Franco, Bartolomé Tavera Acosta, José Manuel Agosto
Méndez, José Tadeo Ochoa, Luis Antonio Natera Ricci, Carlos García Romero; Bachilleres
Federico Calderón, Saturnino Rodríguez Berenguer, Pedro Felipe Escalona,
Antonio José Lagardera, Ernesto Núñez Machado, Luis Acevedo Itriago, Ángel
Vicente La Rosa, Antonio Bello, Rafael Villapol y los ciudadanos Luis María
Mármol, Juan Vicente Michelangelli, Luis Aristeguieta Grillet y Miguel Isaías
Aristeguieta.
Estos
fundadores, a los cuales se fueron sumando en el tiempo otros intelectuales
valiosos, nombraron al Dr. Luis Alcalá Sucre, presidente del Centro y a los
doctores Luis Felipe Vargas Pizarro y José Miguel Torrealba, primero y segundo
vicepresidentes, respectivamente, Secretario de Actas, J. M. Agosto Méndez;
Secretario de correspondencia, B. Tavera Acosta y Tesorero, Saturnino Rodríguez
Berenguer.
Idea
primordial del Centro era fundar una revista que a la postre vino a ser
“Horizontes”, en formato de 34 x 25 cms., y con un director, el presidente del
centro, Luis Alcalá Sucre y un administrador, B. Tavera Acosta. Todos los
miembros se consideraban redactores y así, el 31 de enero de 1899, inició su
aventura científico-literaria desde el taller tipográfico de Julio S. Machado
que terminó en los talleres de “La Empresa” de los Hermanos Suegart.
Su
primer número de dieciséis páginas que con el tiempo duplicará a treinta y dos,
se presenta con un editorial titulado “Prospecto” en el que destaca que “Hijos
nosotros de estos últimos tiempos, quisiéramos destruir la onda amarga que
ahoga las iniciativas generosas de nuestro compañeros, los intelectuales
hastiados de una brava generación naciente –borrar las arrugas precoces de los
rostros y las contracciones de los labios juveniles- que si es cierto que no
vivimos en el mejor de los mundos,
también lo es que la humanidad no parece tan fea como la pintan los
misántropos, pues ni por regla general resultan los hombres perversos y
malandrines, ni las mujeres se convierten siempre en las diablillas de uñas
sonrosadas que los bardos describen en sus deliquios lacrimosos”.
La
aparición de esta revista ocurrió once días luego del fallecimiento de uno de
los impresores más notables de la ciudad: Jesús María Ortega y Rodríguez (20 de
enero de 1899), decano para entonces del gremio de impresores del estado
Bolívar y fundador del vespertino “El Bolivarense”, el diario de más
larga duración -19 años- del siglo diecinueve.
Junto
con el guaireño Jesús María Ortega y Rodríguez se distinguieron otros impresos
de talla y renombre como el cumanés Carlos María Martínez, fundador junto con
Andrés Jesús Montes de “El Boletín Comercial”, semanario y
trisemanario convertido más tarde por Pablo María Rodríguez en el primer diario
que tuvo Guayana; el veneciano José Cristiano Vicentini, impresor del combatido
y combativo semanario El Filántropo y el valenciano Luis
Pérez, fundador de El Boliviano (1861). Todos ello, dotados además de una
interesante cultura humanística, fueron los pioneros de la tipografía al Sur
del Orinoco y maestros de los primeros guayaneses del ramo, entre ellos,
Alfredo Mario Blanco, fundador de El Anunciador (1895), trisemanario
convertido en diario por don Agustín Suegart a partir de 1900, y Julio Simón
Machado, en cuyos talleres propios se inició la impresión de la revista Horizontes.
Cuando
la revista “Horizontes” sale a la luz pública por primera vez era
Presidente del estado Bolívar el general Ernesto García, quién se había
juramentado el 5 de febrero del año anterior. Este gobierno fue quién convirtió
la Plaza Miranda en un jardín y en ella había decretado, lo que nunca se
cumplió, colocar bustos de bronce de los oficiales distinguidos en la guerra de
Independencia: José Tomás Machado, Ascensión Farrera y Cornelio Antonio Muñoz.
Este último nativo de Apure que entonces pertenecía a la Sección Guayana.
A
juzgar por dos ejemplares facsimilares que nos regaló Andrés Palazzi
Pietrantoni, presidente de la Fundación Cultura Orinoco, pues sólo conocíamos
los que habían circulado desde su fundación hasta 1900, “Horizontes” redujo
años después el tamaño de su formato y su dirección fue asumida simultáneamente
por los doctores Luis Alcalá Sucre, J. M. Agosto Méndez y Bartolomé Tavera
Acosta.
Circulaba
cada mes a nivel de suscriptores, quienes debían pagar contra entrega un
bolívar, precio que había sido rebajado, pues hasta febrero de 1900 se estuvo
vendiendo a Bs. 1,50 el ejemplar. No aceptaba colaboraciones que no fuesen
especialmente solicitadas por los Directores, los cuales no asumían la
responsabilidad de los artículos que apareciesen con la firma de sus autores.
Esta
revista tuvo la particularidad de que su numeración fue siempre en orden corrido,
desde el primero hasta el último número. La portada de su formato rectangular
varió en el estilo de las letras del nombre “Horizontes”. Al comienzo
aparecía en letras góticas todas mayúsculas, impresas de manera oblicua y luego
de la misma forma, pero en letras egipcias. El año y el número en el ángulo
superior izquierdo y “Revista Mensual” en
el ángulo inferior derecho. En el reverso de la portada impreso el sumario o
contenido de la revista y en la contraportada un aviso de la tipografía donde
era editada, seguramente como parte de pago por el costo de la edición, cuando
no, el remate del espacio fijo “Ecos y
notas” que podía llevarse ocho páginas o más, todo dependía de las
publicaciones foráneas que llegaran en calidad de canje y de los sucesos relacionados
con gente distinguida de la ciudad y resto del estado.
El
número 70 del 30 de abril de 1909 aparece todavía con el nombre en letras
góticas en la portada. Este número trae un estudio sobre Derecho Penal del doctor Nuñez Machado en el que aborda las
corrientes de la escuela clásica y la positivista. En un extenso y conceptual
estudio sociológico del delito que publica por partes.
Pedro
Felipe Escalona describe el paisaje de la ciudad captado desde la fortaleza de
El Zamuro que no menciona, pero que imaginamos cuando escribe: “Desde
la altura donde el espíritu bélico de una época, plantara un inservible cañón
de defensa, domino con la mirada el amplio y variable paisaje que se extienda a
mis pies”.
Y
en otro párrafo, ya al final: “Más allá, detrás de las riscosas colinas de la
costa fluvial, el sol se iba ocultando majestuoso con su enorme faz roja como inmensa
lentejuela de sangre; mientras sus últimos rayos cubrían de ricos matices el
bosque, el río lejano, la laguna inclemente, el solitario campo de los muertos,
y la vieja ciudad cálida y taciturna de muros rectos y fuertes, y terrazas
blanquecinas, que como enormes cubos de piedras, semejan una inmutable ciudad
oriental”. (Por supuesto, no es la ciudad
actual semejante al Saladillo de Maracaibo, de colores vivos como una
guacamaya, que nos han dejado la arquitecto
Rosángela Yajure y compañía).
Otros
temas, entre ellos, “El Centenario de la Bandera Nacional”, de Antonio Lecuona
Bejarano; “Los estridos” (gusano de monte), de M. Figuera Montes de Oca;
“Orígenes americanos”, de Pedro A. Carracosa, presenta el Nª 70 de “Horizontes”
aparte de la infaltable poesía, generalmente soneto como “Nocturno” de Agosto
Méndez; “Escarlata”, de Odón Pérez; “El madrigal de las rosas”, de José Santos
Chocano; “Amor Verdadero”, de Guillermo Valencia; “Monja”, de Emilio Menotti
Spósito y “Redemptio” (cuartetos) de Concepción de Taylhardat.
El
número 94 de “Horizontes” (30 de abril de 1911) se inicia con una contribución
al estudio de las analogías idiomáticas y etnológicas de nuestros aborígenes
con los del continente asiático y al de los petroglifos venezolanos, de B.
Tavera Acosta y prosigue con artículos de Eduardo Zamacois sobre el Conde
Tolstoy; de Eloy G. González sobre el concepto que tenía Bolívar sobre Napoleón;
de Vargas Vila sobre el peligro Yanki en América Latina; del sacerdote católico
Marcelo Maldonado sobre Dios y el alma humana; de Tavera Acosta sobre
Uaicaipuro; el cacique más glorioso de Venezuela en la historia de la
conquista; de Antonio Rafael Machado, sobre la muerte de Piar; de S. González
Perdomo, sobre el 19 de abril de 1810. Asimismo en ese número se dedica buen
espacio a la poesía en versos y prosa.
Por
“Ecos y Notas” de estas edición nos
enteramos de la muerte de Diego A. Blanco, el 11 de abril de 1911, uno de los
fundadores del Centro Científico Literario. Autor de “Ondas del Orinoco” que
recopila sesenta sonetos, Dejó unos cien inéditos. Además de poeta era militar
con el grado de general, y político. Luchó al lado de los “Azules”, por lo
tanto, hizo oposición frontal a Guzmán Blanco y por este soneto titulado “27 de
abril” que declamó en la Plaza Bolívar, fue encarcelado y expulsado del país en
1873: “!Días nefasto y de recuerdo odioso! / ¡Día de maldición, día de
llanto! / Oculta triste, bajo negro manto / el puso azul de nuestro cielo
hermoso / No vengas a tumbar fiero, el reposo / De los que yacen el sepulcro
santo / Deja a la adulación que entonces el canto / Postrándose a los pies del
poderoso / Y al desparte ¡Oh pueblo! Del letargo / En que un vil dictador te
tiene hundido / Arrójale a la cara el pan amargo / Ese pan que te brinda,
fementido / No más humillación, alza la frente / ¡Y castiga a ese déspota insolente!”.
También
por “Ecos y notas” nos enteramos que el
tiraje 92 de la revista “Horizontes” estuvo totalmente
destinado a la boda del historiador, etnólogo, lingüista y periodista Tavera
Acosta con Isabel María La Grave. Los espacios de esa edición apenas alcanzaron
para 82 composiciones poéticas dedicadas al celebrado connubio de este
intelectual carupanero que adoptó a Guayana como su segunda patria chica.
Estas,
sin incluir las que aparecieron en publicaciones foráneas del mismo corte “Desde la Sierra” donde el poeta
merideño Emilio Menotti Spósito inserta ésta: “Hace cumplido tu anhelo / Sea un
cielo la ilusión / y sea tu amor otro cielo / con un sol tu corazón”.
La
revista Horizontes circuló hasta 1914, debido a la escasez de papel
acusada por la Editorial “La Empresa”, derivada de la Guerra
europea que afectó incluso al diario El Luchador, al tener que reducir de
4 de 2 el número de sus páginas.
Vino
en cierto modo y con menos exigencias a suplantarla después la “Gaceta
Médica” (primero de septiembre de 1914), dirigida por el doctor J. M. Agosto
Méndez, uno de los tres directores de la revista Horizontes.
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