Las
primeras mujeres guayanesas y posiblemente venezolanas dedicadas al periodismo,
fueron las upatenses Concepción Acevedo de Taylhardat y Anita Acevedo Castro,
no sólo periodistas sino también editoras como Elizabeth Mallet, de Inglaterra,
la primera del mundo.
Junio,
mes del primer periódico sostenidamente libre de Venezuela, el Correo
del Orinoco, editado, como dice su editorial, “en las inmensas soledades”
del gran río padre, siempre es bueno, ideal para recordar no sólo lo que ha
sido el periodismo en Guayana y el país, sino también para resaltar a los
valores humanos dedicados a la inquieta y vocacional tarea de informar y
orientar.
Y
reflexionando sobre el tema recordaba a la primera mujer periodista del mundo y
me preguntaba quién o quiénes fueron las seguidoras de Elizabeth Mallet en
Venezuela y Guayana y resaltaban siempre las figuras de las upatenses,
Concepción de Taylhardat y Anita Acevedo Castro.
Elizabeth
Mallet, no solamente fue la primera periodista del mundo sino que editó el
primer diario también del mundo: el “Daily Courant” que era una hoja de
pequeño formato, a dos columnas, impresa sólo por una cara. El pie editorial
decía: “Londres, vendido por E. Mallet, junto a la taberna de King’s Arms, en
Flete Bridge”. El primer número salió a la calle el 11 de marzo de
1702, apenas con 194 líneas de noticias.
Pues
bien, aquí en el Estado Bolívar siguieron su ejemplo Concepción de Taylhardat y
Anita Acevedo Castro, comenzando el
siglo veinte, no cotidianamente como lo hizo la Mallet, sino con una
periodicidad menor.
Concepción
Acevedo de Taylhardat, nacida en Upata (1855) y fallecida, casualmente en junio
de 1953, fue, no sólo periodista, sino poeta y docente, en un tiempo en que la
incorporación de la mujer a los ofrecimientos de la vida moderna actual se veía
prácticamente vedada.
Upata
entonces, como Ciudad Bolívar, estaba culturalmente en situación privilegiada
en comparación con otras ciudades venezolanas, debido a la floreciente economía
signada por la explotación del oro del Yuruari y a la corriente migratoria que
a través de las colonias antillanas se mantenía fluida desde países importantes
de Europa como Francia.
De
Francia, precisamente, procedía Raúl Lefranc de Taylhardat, poeta y oficial
retirado del ejército galo, quien se casó con ella para hacer hogar y familia,
trasplantado en Venezuela, lejos de su patria asediada por la guerra.
Cuando
Upata le resultó imposible para ampliar el horizonte de sus aspiraciones, la
pareja se trasladó a Ciudad Bolívar que tenía, a pesar del oro del Yuruari,
mayor movimiento mercantil que Upata. Así, Concepción Acevedo de Taylhardat
encontró clima y mejores posibilidades para dar rienda suelta no sólo a su
vocación literaria, sino para cumplir su misión de madre.
Nacieron
en la antigua Angostura del Orinoco: Leopoldo Augusto, Gustavo Adolfo y Carlos
Alberto, mientras su esposo que había encontrado acogida en el ambiente corso
bolivarense, se dedicaba al comercio y promoción de empresas.
Una
mujer intelectual en plena producción como Concepción de Taylhardat, casada con
un europeo de mentalidad amplia, no podía quedar reducida, como era lo
tradicional, al mero ejercicio hogareño. De manera que fundó una escuela donde
sus hijos empezaron a compartir con otros niños bolivarenses la tarea de
aprender las primeras letras.
Catorce
años después, a la edad de 35 años y tras la muerte de su esposo, se radicó en
Caracas, con mejores perspectivas para consolidar su carrera de docente que la
mantuvo activa durante 60 años y preparar mejor a sus hijos. En la Caracas de
1890 pudo también continuar su trabajo literario iniciado en Ciudad Bolívar en
1888 con el semanario “Brisas del Orinoco” (primer
periódico fundado y dirigido en Venezuela por una mujer) y los poemarios “Flores
del Alma” y “Arpegio”.
En
Caracas fundó primero “El Ávila” y luego la revista
literaria “La Lira” que mantuvo su circulación durante 28 años y en la
cual colaboraron Andrés Mata y Luis Urbaneja Achepol, entro otras glorias de las
letras venezolanas. En Caracas, asimismo, estudió linotipia y telegrafía,
alternó con los intelectuales de la época y colaboró en “El Cojo Ilustrado”.
Después
fue el dolor, el padecimiento, la tragedia de Leopoldo Augusto, el hijo mayor,
coronel del ejército, perseguido, encarcelado, torturado y muerto por el
gobierno de Cipriano Castro, contra quien participó en una sublevación militar
por no soportar el autoritarismo de un político y militar que se autoproclamaba
restaurador del liberalismo.
De
nada valieron sus ruegos reiterados al mandatario: “Vuelvo a pedir para mi amor
clemencia / vuelvo a rogaros por el hijo mío / tenéis en vuestras manos su
existencia / yo en vuestro noble corazón confío” /. Pero Castro tenía
el corazón en el riñón que le supuraba y le devolvió al hijo hecho cadáver. Con
su dolor de madre a cuesta durante el prolongado resto de su existencia. Tuvo
que morir también, 17 de junio de 1953, casi centenaria, pero lúcida y
narrándole a sus nietos los cuentos que a ella le contaban cuando niña sus
abuelos del Yocoima.
A
Concepción Acevedo de de Talhiardat como periodista de trayectoria, le siguió Anita
Acevedo Castro, cuyo nombre está estrechamente ligado con “El Alba”, quincenario
upatense de larga vida, editado en la segunda prensa llegada al Yuruari y la
quinta de Guayana desde The
Washington Press del Correo del Orinoco.
Efectivamente,
luego de la prensa del Correo en 1817, los hermanos Ávila de Ciudad Bolívar
importaron en 1838, a través de la firma mercantil Dalla Costa, la segunda
prensa, donde se editaron El Telégrafo, El Campanero, La Cuenta,
Cuatro contra tres y El Filántropo, entre otros. En 1854, el Gobierno
del Estado importó una prensa para la municipalidad de Heres donde se editó El
Progreso. En 1855, el general Ángel S. Olmedo introdujo en Guasipati
otra The
Washington Press y luego en 1857, don Pedro Cova instaló en Upata la
quinta llegada a Guayana.
Esta
quinta prensa la adquirió don Pedro Cova en Cumaná, su ciudad natal, y la trajo
a Upata en travesía de mar y río hasta Puerto de Tablas y de allí a Upata a
lomo de mula. En ella se editaron casi todos los periódicos upatenses del siglo
diecinueve y parte del veinte. El primer
periódico upatense fue fundado por Domingo Montenés, se llamó “Ecos
del Caroní” y aparecía cada quinces días desde 1862 hasta 1864. Luego se editaron El Promotor, en 1865; El
Faro, en 1872; Semanario Horizonte, El Heraldo Upatense y
Ecos, en 1912; El Impulso, en 1914; El
Relator, en 1916; El Progreso, en 1917; La
Imprenta, en 1820; El Independiente, en 1938. Otras publicaciones de vida efímera fueron: El
Guaica, El Foco del Caroní, redactado y dirigido por Eugenio y Andrés
Cova; El Boletín, bisemanario dirigido y administrado por Carlos H.
Acevedo; El Guayanés, La Opinión, El
Derecho, Yocoima, El Avisador,
Espartaco, Camarógrafo, El Relator y El Progreso frente a los cuales
estuvieron ya en calidad de directores o colaboradores Domingo Montanés,
Eugenio y Andrés Cova, Juan Seijas, Pedro Manuel Castro, Lucio Celis Camero,
Eleuterio Casado, José Miguel Alcalá, Eduardo Oxford López, Pedro Pareles, José
de la Cruz Ayala, Sabás Fernández, Miguel Ángel Acevedo, Fernando y Teodoro
Cova Fernández y otros.
Entre
todo esos periódicos sobresale El
Alba, de Anita Acevedo Castro. Para entonces la prensa era propiedad
del general Miguel Acevedo, quien la compró Andrés Cova, heredero de ella a la
muerte de su padre don Pedro Cova.
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