miércoles, 11 de julio de 2018

UPATENSES PRIMERAS PERIODISTAS




            Las primeras mujeres guayanesas y posiblemente venezolanas dedicadas al periodismo, fueron las upatenses Concepción Acevedo de Taylhardat y Anita Acevedo Castro, no sólo periodistas sino también editoras como Elizabeth Mallet, de Inglaterra, la primera del mundo.
            Junio, mes del primer periódico sostenidamente libre de Venezuela, el Correo del Orinoco, editado, como dice su editorial, “en las inmensas soledades” del gran río padre, siempre es bueno, ideal para recordar no sólo lo que ha sido el periodismo en Guayana y el país, sino también para resaltar a los valores humanos dedicados a la inquieta y vocacional tarea de informar y orientar.
            Y reflexionando sobre el tema recordaba a la primera mujer periodista del mundo y me preguntaba quién o quiénes fueron las seguidoras de Elizabeth Mallet en Venezuela y Guayana y resaltaban siempre las figuras de las upatenses, Concepción de Taylhardat y Anita Acevedo Castro.
            Elizabeth Mallet, no solamente fue la primera periodista del mundo sino que editó el primer diario también del mundo: el “Daily Courant” que era una hoja de pequeño formato, a dos columnas, impresa sólo por una cara. El pie editorial decía: “Londres, vendido por E. Mallet, junto a la taberna de King’s Arms, en Flete Bridge”. El primer número salió a la calle el 11 de marzo de 1702, apenas con 194 líneas de noticias.
            Pues bien, aquí en el Estado Bolívar siguieron su ejemplo Concepción de Taylhardat y Anita Acevedo  Castro, comenzando el siglo veinte, no cotidianamente como lo hizo la Mallet, sino con una periodicidad menor.
            Concepción Acevedo de Taylhardat, nacida en Upata (1855) y fallecida, casualmente en junio de 1953, fue, no sólo periodista, sino poeta y docente, en un tiempo en que la incorporación de la mujer a los ofrecimientos de la vida moderna actual se veía prácticamente vedada.
            Upata entonces, como Ciudad Bolívar, estaba culturalmente en situación privilegiada en comparación con otras ciudades venezolanas, debido a la floreciente economía signada por la explotación del oro del Yuruari y a la corriente migratoria que a través de las colonias antillanas se mantenía fluida desde países importantes de Europa como Francia.
            De Francia, precisamente, procedía Raúl Lefranc de Taylhardat, poeta y oficial retirado del ejército galo, quien se casó con ella para hacer hogar y familia, trasplantado en Venezuela, lejos de su patria asediada por la guerra.
            Cuando Upata le resultó imposible para ampliar el horizonte de sus aspiraciones, la pareja se trasladó a Ciudad Bolívar que tenía, a pesar del oro del Yuruari, mayor movimiento mercantil que Upata. Así, Concepción Acevedo de Taylhardat encontró clima y mejores posibilidades para dar rienda suelta no sólo a su vocación literaria, sino para cumplir su misión de madre.
            Nacieron en la antigua Angostura del Orinoco: Leopoldo Augusto, Gustavo Adolfo y Carlos Alberto, mientras su esposo que había encontrado acogida en el ambiente corso bolivarense, se dedicaba al comercio y promoción de empresas.
            Una mujer intelectual en plena producción como Concepción de Taylhardat, casada con un europeo de mentalidad amplia, no podía quedar reducida, como era lo tradicional, al mero ejercicio hogareño. De manera que fundó una escuela donde sus hijos empezaron a compartir con otros niños bolivarenses la tarea de aprender las primeras letras.
            Catorce años después, a la edad de 35 años y tras la muerte de su esposo, se radicó en Caracas, con mejores perspectivas para consolidar su carrera de docente que la mantuvo activa durante 60 años y preparar mejor a sus hijos. En la Caracas de 1890 pudo también continuar su trabajo literario iniciado en Ciudad Bolívar en 1888 con el semanario “Brisas del Orinoco” (primer periódico fundado y dirigido en Venezuela por una mujer) y los poemarios “Flores del Alma” y “Arpegio”.
            En Caracas fundó primero “El Ávila” y luego la revista literaria “La Lira” que mantuvo su circulación durante 28 años y en la cual colaboraron Andrés Mata y Luis Urbaneja Achepol, entro otras glorias de las letras venezolanas. En Caracas, asimismo, estudió linotipia y telegrafía, alternó con los intelectuales de la época y colaboró en “El Cojo Ilustrado”.
            Después fue el dolor, el padecimiento, la tragedia de Leopoldo Augusto, el hijo mayor, coronel del ejército, perseguido, encarcelado, torturado y muerto por el gobierno de Cipriano Castro, contra quien participó en una sublevación militar por no soportar el autoritarismo de un político y militar que se autoproclamaba restaurador del liberalismo.
            De nada valieron sus ruegos reiterados al mandatario: “Vuelvo a pedir para mi amor clemencia / vuelvo a rogaros por el hijo mío / tenéis en vuestras manos su existencia / yo en vuestro noble corazón confío” /. Pero Castro tenía el corazón en el riñón que le supuraba y le devolvió al hijo hecho cadáver. Con su dolor de madre a cuesta durante el prolongado resto de su existencia. Tuvo que morir también, 17 de junio de 1953, casi centenaria, pero lúcida y narrándole a sus nietos los cuentos que a ella le contaban cuando niña sus abuelos del Yocoima.
            A Concepción Acevedo de de Talhiardat como periodista de trayectoria, le siguió Anita Acevedo Castro, cuyo nombre está estrechamente ligado con “El Alba”, quincenario upatense de larga vida, editado en la segunda prensa llegada al Yuruari y la quinta de Guayana desde  The Washington Press del Correo del Orinoco.
            Efectivamente, luego de la prensa del Correo en 1817, los hermanos Ávila de Ciudad Bolívar importaron en 1838, a través de la firma mercantil Dalla Costa, la segunda prensa, donde se editaron El Telégrafo, El Campanero, La Cuenta, Cuatro contra tres y El Filántropo, entre otros. En 1854, el Gobierno del Estado importó una prensa para la municipalidad de Heres donde se editó El Progreso. En 1855, el general Ángel S. Olmedo introdujo en Guasipati otra The Washington Press y luego en 1857, don Pedro Cova instaló en Upata la quinta llegada a Guayana.
            Esta quinta prensa la adquirió don Pedro Cova en Cumaná, su ciudad natal, y la trajo a Upata en travesía de mar y río hasta Puerto de Tablas y de allí a Upata a lomo de mula. En ella se editaron casi todos los periódicos upatenses del siglo diecinueve y parte del veinte.  El primer periódico upatense fue fundado por Domingo Montenés, se llamó “Ecos del Caroní” y aparecía cada quinces días desde 1862 hasta 1864.  Luego se editaron El Promotor, en 1865; El Faro, en 1872; Semanario Horizonte, El Heraldo Upatense y Ecos, en 1912; El Impulso, en 1914; El Relator, en 1916; El Progreso, en 1917; La Imprenta, en 1820; El Independiente, en 1938.  Otras publicaciones de vida efímera fueron: El Guaica, El Foco del Caroní, redactado y dirigido por Eugenio y Andrés Cova; El Boletín, bisemanario dirigido y administrado por Carlos H. Acevedo; El Guayanés, La Opinión,  El Derecho, Yocoima,  El Avisador, Espartaco, Camarógrafo, El Relator y El Progreso frente a los cuales estuvieron ya en calidad de directores o colaboradores Domingo Montanés, Eugenio y Andrés Cova, Juan Seijas, Pedro Manuel Castro, Lucio Celis Camero, Eleuterio Casado, José Miguel Alcalá, Eduardo Oxford López, Pedro Pareles, José de la Cruz Ayala, Sabás Fernández, Miguel Ángel Acevedo, Fernando y Teodoro Cova Fernández y otros.

            Entre todo esos periódicos sobresale  El Alba, de Anita Acevedo Castro. Para entonces la prensa era propiedad del general Miguel Acevedo, quien la compró Andrés Cova, heredero de ella a la muerte de su padre don Pedro Cova.

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