sábado, 30 de junio de 2018

ASOCIACIÓN VENEZOLANA DE PERIODISTAS


El 20 de agosto de 1941 un grupo de Periodistas activos en los Principales rotativos y semanarios del país, fundó la Asociación Venezolana de Periodistas, transformada en 1972 por Ley del Congreso Nacional, en Colegio Nacional de Periodistas.
            Pascual Venegas Filardo, de El Universal; Manuel B. Pocaterra, de El Heraldo; Luis Esteban Rey, de Ahora; Pedro Chacín, de La Esfera; Angel C. Mejías, de La Religión; Julio Ramos, de Fantoches; Miguel Otero Silva, de El Morrocoy Azul, conformaron la Junta Directiva Provisional de aquella asamblea constituyente instalada en la sede de la Asociación de Escritores de Venezuela.
            Se proponía básicamente esta Asociación y así quedó establecido, la defensa y mejora del estatuto jurídico, económico, moral y social del periodista y luchar por el  mantenimiento y ampliación de la libertad de prensa en el país.
            Participaron un total de 69 periodistas, entre ellos, dos bolívarenses: Luz Machado e Jean Aristeguieta que internacionalmente trascendieron al mundo de la poesía y a quien los guayaneses adeudan un alto reconocimiento.
            Al año siguiente los avepistas decidieron instituir el 24 de octubre, fecha de aparición de la Gaceta de Caracas, Día del Periodista y como tal se celebró ese año en la ciudad del Ávila con misa cantada y oficiada en la iglesia de Las Mercedes, por Monseñor Jesús María Pellín, director de La Religión; visita de los directivos de la AVP al Panteón Nacional y ofrenda floral ante el sarcófago del Libertador; conferencia de José Nucete Sardi sobre “Bolívar, Maestro del Periodismo”; inauguración de la sede de la AVP; premios a los mejores reportajes, crónica y fotografía, conforme a las bases del certamen promovido; intervención de los periodistas J. Ávila y Valmore Rodríguez sobre la función de los trabajadores intelectuales en las faenas del diarismo; adjudicación de un terreno a la AVP por Luis Roche. Los actos de ese día sábado 24 de octubre de 1942 concluyeron con una cena de gala presidida por el mandatario nacional Isaías Medina Angarita.
            Manuel B. Pocaterra, primer Presidente del gremio, centró su discurso en la ocasión sobre la libertad de prensa y aplaudió los esfuerzos del mandatario por mantenerla y preservarla. El Presidente Medina agradeció los conceptos y manifestó que la libertad de prensa es condición sine quanom para todo país que aspira a vivir en democracia.
            En esa oportunidad el Presidente de la República que habría de interrumpir abruptamente su mandato años después por causa de una asonada militar, también habló y dijo que “Venezuela está de todo corazón, leal y espiritualmente empeñada en la lucha ideológica que vive el mundo”, pero que “de esa lucha debemos lograr nosotros cosas verdaderamente útiles para el país, entre ellas, la unidad nacional” y  que “en estos nada puede ayudar tanto como el periodismo”.
            Medina volvería a estar presente un año después, el 24 de octubre de 1943, en el Primer Congreso Venezolano de Periodistas realizado en Caracas y presidido por Monseñor Jesús María Pellín. Era entonces Presidente del gremio P. A. Ruiz Paz Castillo.                         
Al calor de la Revolución de Octubre que daba pábulo a las organizaciones gremiales y a las luchas reivindicativas de los trabajadores, la AVP propició la formación de un sindicato que se dedicara directamente a la defensa y protección de los intereses económicos y sociales de los trabajadores de la prensa, dado que la AVP se había fundado sin prestaciones sindicales, sólo como organismo destinado a la dignificación y elevación profesional y a la lucha por la libertad de prensa y no estaba facultada para procurar por los medios legales el mejoramiento material de los periodistas. Así nació el 13 de abril de 1946 el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP).
            A fines de 1943 se hicieron los primeros intentos por fundar un sindicato que llenara este vació, pero algunos objetaron que sería un organismo paralelo a la AVP y que por lo tanto era innecesario. Estos intentos renovados en 1944, culminaron felizmente en 1945 cuando un grupo de avepistas se reunió en el edificio “Washington” de Caracas, frente a la Plaza Bolívar, para crear la agrupación. Entre ellos destacaron por su espíritu de lucha, el reportero gráfico Bernardo Dorante, Luis Evaristo Ramírez, Martín Ernesto González, Rafael Calderón, Raúl Agudo Freites, Pedro Hernández Camacho y Raúl Alfredo Arriaga.
            Arístides Bastidas, uno de los Secretarios Generales más efectivos y dinámicos que tuvo el Sindicato, dice en una ponencia presentada a la IV Convención Nacional de la AVP realizada en Caracas que en esa época los periodistas más calificados ganaban 300 bolívares al mes, mientras que los nuevos devengaban 150 mensuales o percibían como en Ultimas Noticias, 80 bolívares al mes y un centavo por cada centímetro columna que lograran cubrir con sus materiales si eran publicados. En este mismo diario solían acumularse los salarios de varios meses hasta que la empresa los cancelaba con recibos que debían cobrarse en trajes y calzados en las sastrerías y zapaterías anunciantes. Hoy, por supuesto, esta situación ha dado un vuelco y los periodistas se hallan en otro status gracias al empeño de la organización, atentas siempre a los intereses de sus afiliados aunque muchas veces con altibajos causados por los intereses políticos- partidistas en pugna por el control y mediatización de los gremios.
            La Escuela de Periodismo que tiene sus antecedentes en los cursos de El Universal y en la llamada “Universidad Libre Augusteo” de Monseñor Lovera, es igualmente otro logro relevante e histórico de la AVP, materializado en tiempos de Rómulo Betancourt, para entonces Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno.
            El decreto lo ejecutó el 24 de octubre de 1946 y el primer curso que duró apenas dos años, estuvo dirigido a trabajadores de la prensa. De suerte que la primera promoción se dio en 1949 con el nombre del insigne periodista y humorista Leoncio Martínez, quien había fallecido precisamente en el año de fundación de la AVP.
            Egresaron de aquel primer ensayo periodistas veteranos como José Vicente Abreu, José Guillermo Alterio, José Alloza, José de Jesús Araujo, Alfredo Arriaga, Luis Felipe Bellorín, Santiago Betancourt, Trina Casado, María Teresa Castillo de Otero, Miguel Otero Silva, Carlos Dorante, Hildemar Escalante,  Oscar Guaramato, Federico Pacheco Soublette, Julio Segundo Groscors, Gustavo Jaen, Pedro Juliac, Oscar Lovera, Simón Alberto Consalvi, Hernai Potocarrero, Francisco Alejandro Vargas, Lourdes Morales, Francia Natera, Vicente Otero Silva, José Ratto Ciarlo y  Humberto Rivas Mijares.
            En 1950 la Escuela adquirió rango académico con un plan de estudios de tres años, bajo la dirección de Gustavo  Díaz Solis, quien sustituyó a Miguel Acosta Saignes, primer Director. Al año siguiente se vio prácticamente colapsada dando pábulo a quienes en el año de su nacimiento la vieron con escepticismo augurando que sería una escuela inútil. Por fortuna se recuperó rápidamente y avanzó conquistando cada vez mayor rango y espacio universitario hasta transformarse en Escuela de Comunicación Social con promociones anuales. El 19 de julio de 1991 se dio una promoción de 83 nuevos profesionales, entre ellos, 30 veteranos que aprovecharon los modernos y flamantes estudios supervisados para coronar su carrera con un título que ya de por si se lo habían ganado en los talleres y dura faena del reporterismo de calle, destacándose dos Magna Cun Laude: Rubén Ferrer Rosas, de Monagas y Américo Fernández, de Bolívar.
            Por cierto que en aquellos tiempos, la prensa debatió intensamente los problemas relativos a la enseñanza del periodismo. Si debía aprenderse en los  talleres o en las aulas. Esa discusión quedó sepultada en el pasado y ahora todo el mundo al unísono esta de acuerdo con la carrera académica sin perder de vista el equilibrio entre la teoría  y la practica. La Comunicación Social es ya una ciencia universal que aprovecha al máximo todos los recursos de la cibernética y hacia la cual miran ansiosos cada año legiones de estudiantes para los cuales resultó insuficiente la Escuela de la UCV. Hoy existen además las Escuelas de la Universidad del Zulia y  la Católica Andrés Bello.
            La obra culminante de la Asociación Venezolana de Periodistas fue la Ley de Ejercicio del Periodismo, lograda a través de duras y largas jornadas de lucha que culminaron con su aprobación por parte del Congreso de la República el 4 de agosto de 1972 y promulgación 20 días después.
            Hasta entonces, jurídicamente, en Venezuela no existía un sistema organizado para el ejercicio del periodismo. A la ausencia del sistema se le llamaba Sistema Libre. Se carecía de una tutela normativa y la AVP, el gremio que amparaban a quienes ejercían el periodismo, era de carácter privado, de personalidad jurídica con arreglo al Código Civil. Esto, no obstante la categoría universitaria de la profesión de periodista. De manera que para resolver la contradicción entre el sistema libre sin normas que reconocieran el papel y la función social del trabajador de la prensa por una parte y por la otra el carácter de profesión universitaria del periodismo, surgió la Colegiación para darle concreción en la vida del derecho positivo a los postulados programáticos de la AVP. La Colegiación por medio de una Ley especial pasó a proteger la profesión a definir sus funciones y a asegurar  el carácter profesional del ejercicio del periodismo.
            Una vez constituida en Caracas, la AVP  se fue extiendo hasta la provincia. Así se constituyeron las Seccionales  de Maracay, Valencia y Maracaibo, las primeras. Luego Barquisimeto, Barcelona, El Tigre, Maturin, Ciudad Bolívar, Sucre y Margarita.
            La seccional de Ciudad Guayana surgió muy posteriormente, en 1967, cuando la AVP  Bolívar autorizó a un grupo de sus miembros residentes en Puerto Ordaz y San Félix para que constituyesen una subseccional. Llenando los requisitos estatuarios, está se fundó el 23 de mayo del mismo año y quedaron incorporados a la misma los periodistas Leopoldo Villalobos, quien fue su primer Secretario General, Fernando Reyes Maita, Rogelio Salazar, Giovanni Gózales, Nolasco  Guarisma Álvarez, Eduardo Santana, Gabriel Aguilera Ordaz, Héctor Ortiz, César Díaz Decán, Héctor Lara  Tomás Matos, Misael Flores, Carlos Rodríguez Ganteaume, Manuel Casas y Pedro Acosta como miembro cooperador.
            Pero paradójicamente, el movimiento avepista en la provincia comenzó a consolidarse en la década de los cincuenta, en plena dictadura Marcos Pérez Jiménez y fueron pioneros en ese empeño existencial de la AVP, entre otros, Tomás Mogna, Jesús Alvarado, Germán Carías y Evaristo Marín, en Barcelona; Calazán Guzmán, Alberto Guzmán Larez, Edmundo Barrios y Juan Vergara, en EL Tigre; Pedro Rafael Fuscó Marcano, Miguel Saavedra Álvarez, Cruz Tovar, Marcos López Inserni, Santos Barrios y Juan Gutiérrez, en Cumaná: Luis Cisnero Carvajal, José Lira Sosa y Luis Beltrán Pazos, en Nueva Esparta; Luis J. Atienza, Luis Beltrán Trujillo, Cesar Supin y Rubén Ferr Rosas, en Monagas.
            La AVP, Seccional Bolívar, se fundó el 18 de septiembre de 1951, pero en la primera Convención Nacional estuvo representada por los periodistas Francia Natera y Eduardo Oxford López, para entonces residentes en Caracas. Asimismo, por Regulo Salazar, director de “El Loro” y Martín Ernesto González, quienes    ejercían el periodismo en Ciudad Bolivar.
            Los fundadores de la AVP en Bolívar fueron Eleazar Sánchez Gamboa, para entonces Corresponsal de El Nacional y quien fue su primer Presidente, José Eleazar Rojas, reportero de EL Luchador; Tomás Mogna, Luis M. Barrios (Editorial Talavera), Manuel Guzmán Gómez, corresponsal de La Esfera; José Sánchez Negrón, Monseñor Constantino Maradey Donato, Rafael Maestracci, Joaquín Latorraca, Diógenes Troncone, Gabriel Vilches, corresponsal de El Universal; Jesús Antonio Brito, redactor de El Luchador; Monseñor Dámaso Cardozo y el Fotógrafo de El Nacional, Américo Bisi.
            Asistieron en  representación de la Directiva Nacional los periodistas Simón Alberto Consalvi y Luis José Bellorín. En julio de 1968, Bolívar fue sede de la VI Convención Nacional de la AVP y me tocó presidirla como coordinador del Comité Organizador. La Convención se realizó en casa propia. Para entonces era Presidente del gremio, Eleazar Díaz Rangel, dos veces Director de la Escuela de Periodismo, Presidente relevante de la Asociación, el que le imprimió mayor cohesión y dinamismo, proyectó más allá de nuestras fronteras y la expresó e hizo sentir como cuarta potestad.
            Es bueno recordar lo que Eleazar dijo en esa ocasión: “La AVP enarboló y sostuvo desde sus comienzos la bandera de la colegiación que es y seguirá siendo siempre el más importante logro de la aspiración gremial”. Y ciertamente que es así, pues en 1946, en su primera Convención Nacional, realizada en el Teatro Los Cipreces de Caracas, la AVP concibió el primer ante proyecto y a partir de ese año, y cada vez con mayor pasión, luchó por su aprobación.
Fundada en 1941, con 23 Seccionales y Sub-seccionales en todo el país, propietaria de 13 Casas del Periodista, llegó aglutinar el 95 por ciento de los profesionales, todos con una consecuente trayectoria de lucha por la Libertad de expresión, empeñados persistentemente en mantener la unidad interna.  Aún en los años más duros y difíciles de la violencia política nunca los avepistas cejaron en la lucha por la Colegiación. Por eso nadie pudo negarle a la AVP su proclamado derecho cédula matriz del Colegio. Ella fue la cédula matriz y por eso el Colegio es hoy la AVP de ayer, con sus mismos principios y desvelos, con sus mismas inconformidades y preocupación por el país, luchando por una prensa libre y más fuerte, batallando por un ejercicio más digno y responsable de la profesión, siempre en función de una democracia profundamente social, justa, igualitaria, honesta, apegada a nuestros valores culturales auténticos y menos comprometida  con los intereses foráneos.
            De manera que la Asociación Venezolana de Periodistas cumplió su rol. Cumplió cabalmente con la misión que puso sobre sus hombros aquella pléyade de veteranos que comenzó haciendo periodismo en un medio difícil y hostil como el de la dictadura gomecista cuando se trabajaba con plomo caliente y con recursos precarios. Y así la AVP pudo con tan poco hacer tanto. Si la AVP nos agremió, nos dio Escuela Universitaria, nos dio Sindicato, Instituto de Prevención Social, Mejoramiento Profesional y Ley de Ejercicio del Periodismo en el lapso de 35 años de existencia, si nos dio dignidad y fuerza, qué esperamos entonces del único y gran heredero de su legado ¿Qué ha comenzado a darnos el Colegio Nacional de  Periodistas desde su creación mediante ley de la República? Habría que hacer un balance para ver si ha mantenido el mismo ritmo de trabajo, el mismo espíritu de lucha, si se mantiene la mística, la unidad interna, la solidaridad, la misma función alta de su misión social. Habría  que hacer un balance y para ellos son buenas las Convenciones Nacionales como la octava que tuvo lugar en esta Ciudad Guayana en once años. La AVP en el mismo lapso no hizo sino tres. Lo que ocurre es que antes se hablaba poco y se hacía mucho, tal vez porque el gremio no estaba sectariamente contaminado desde el punto de vista de los intereses políticos militantes. Hoy ocurre lo contrario, hablamos y discutimos demasiado con escasos resultados.


viernes, 29 de junio de 2018

INSTITUTO DE PREVISIÓN SOCIAL



            Las perspectivas para la superación social y económica de los periodistas quedaron en evidencia desde el momento que la Asociación Venezolana de Periodistas y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, siguiendo los acuerdos de las Convenciones, fundaron el Instituto de Previsión Social del Periodista y designaron una Junta Promotora integrada por José Gerbasi, en calidad de presidente; Arístides Bastidas, secretario general; Rubén Chparro Rojas, tesorero, y los directores Francia Natera de Jaén, Guillermo Àlvares Bajares, Oscar Pulgar, Manuel Pérez Rodríguez, Juan Martínez Pozueta, Pablo Carreño Idrogo, Héctor J. Arismendi y Gustavo Aguirre.  El  Sindicato Nacional de Trabajares de la Prensa,  entregó para comenzar un capital de 104.000 bolívares y en breve período esa suma se elevó a 300 mil bolívares en efectivo y a más de 4.500.000 bolívares cuando se evaluaron los bienes inmuebles pasados al patrimonio del Instituto. Por primera vez en la historia del gremio, se echaban bases firmes y concretas para ayudar a los colegas a sortear sus emergencias y precaverse para el porvenir.
            La acogida del IPSP fue tan notoria que el primer día de abierta las inscripciones se elevó a 400 el número de periodistas y correctores de pruebas inscritos, miembros de la AVP o del SNTP, condición que habían llenar los aspirantes. . Los estatutos del IPSP fueron elaborados tomando el ejemplo de los que rigen a organismos tan calificados como Instituto de Previsión Social del Médico y el Instituto de Previsión de los Profesores Universitarios. Expertos calificados intervinieron en su confección y las deficiencias jurídicas corregidas y mejoradas en el curso de asambleas.  Cada socio, al pagar total o parcialmente su cuota, recibió una carpeta con los diversos documentos y las cuentas respectivas así como carnet de varios establecimientos donde podían hacer compras de víveres y mercancías secas a precios muy por debajo de los existentes en la plaza. 
            Los beneficios del IPSP se resumían en un Bono de Protección a la Vida, por la cantidad de diez mil bolívares; distribución de un lote de sesenta y una viviendas ofrecidas por el director del Banco Obrero, doctor Leopoldo Martínez Olavaria; préstamos de emergencia a mediano y lejano plazo, con garantías; credenciales para adquirir en las proveedurías de varios institutos y directamente, en más de cuarenta fábricas, diversos útiles para el consumo diario a precios muy bajos. Esto formaba parte del plan inicial de beneficios.
            Posteriormente se fueron formalizando otros servicios como un programa de diez becas de estudios  técnicos para hijos de los socios; descuentos en líneas aéreas nacionales y en hoteles de la Conahotu; protección médico asistencial. Asimismo recibieron la oferta de un conocido industrial de unos terrenos en el litoral para construir una residencia veraniega para los afiliados, con “suites” para familia completas, habitaciones para familia cortas, restaurante y bar, centro de recreaciones con piscina y transporte par movilizarse.
            Pasaron al patrimonio del IPSP la Casa Nacional del Periodista: 2.900.000 bolívares, según evaluación; 15.800 metros en Cumbres de Curumo, 1.600.000 bolívares, según evaluación; Casa Regional en Ciudad Bolívar, 600.000 bolívares, según evaluación; Aportes en muebles y otros servicios, 20.571 bolívares; dinero en los bancos, Bs. 289.125, todo lo cual con un total de 5.389.696 bolívares.
            En cuanto a la Casa del Periodista, ésta era propiedad del Banco Obrero y pasó a manos del IPSP, que la transformó en una verdadera sede de los periodistas.   Una sección importante del edificio fue reservada para oficinas de la AVP Nacional, de la AVP Distrital y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa.

            La Casa del Periodista de Ciudad Bolívar, incorporada al patrimonio del IPSP, fue construida sobre un terreno otorgado en 1962 por el Concejo Municipal del Distrito Heres en el parcelamiento Andrés Eloy Blanco.  Posteriormente esta parcela fue ampliada a los 2 mil metros cuadrados.  La construcción de la Casa del Periodista fue ofrecida por el Ministro de Obras Públicas, Ingeniero Leopoldo Sucre Figarella a un grupo de periodistas que le planteó verbalmente la necesidad en 1964.  Este ofrecimiento se cumplió en 1966 y el 27 de junio de ese año fue inaugurada.  La casa, única en su estilo,  fue construida por administración directa y bendecida por el entonces administrador de la Arquidiócesis Monseñor Tomás Márquez Gómez.  Al Ministro Sucre Figarella en esa ocasión la AVP le impuso una medalla de oro y le entregó diploma caligrafiado donde se reconoce su espíritu de trabajo, su labor en beneficio de los periodistas y se le designa Miembro Honorario de la Seccional.

jueves, 28 de junio de 2018

REVISTA “EL MINERO”


            En 1954, año que marca el nacimiento de la revista “El Minero”, todo lo de hoy en Guayana, estaba por hacer o comenzaba a hacerse, incluyendo a esta revista pionera del periodismo en la zona.
La revista “El Minero” estaba apenas en su embrión, envuelta en  membrana textual, exclusivamente mimeografiada para un determinado segmento humano de la empresa comprometida con el desarrollo de la industria extractiva del hierro. Los directivos de la Orinoco Mining Company comprendieron después la necesidad de hacerla bilingüe y a medida que la presencia venezolana tomaba cuerpo en la compañía, en esa misma medida la revista se fue transformando conforme a nuestra propia realidad idiomática.  Hoy es el reflejo o la historia de lo que ha sido la explotación industrial del hierro en Venezuela.
Una explotación, antecedida a fines del siglo diecinueve por las operaciones mineras de la  Compañía Manoa, de la cual era residente George Edward Fitzgerald, ingeniero que  descubre la mina de hierro de Imataca, pero esa rudimentaria explotación del hierro no pudo explayarse ni tuvo permanencia en el tiempo.  Es a partir de 1949, cuando la Orinoco Mining Company hecha sus bases en la confluencia del Orinoco con el Caroní, que la explotación del mineral de hierro, adscrita a una moderna tecnología, traza su rumbo estable y promisorio.  Entonces, en 1949, todo el desarrollo urbano de hoy, estaba por hacerse y comenzó formal y oficialmente cuando el coronel Luis Felipe Llovera Páez, representante de la Junta Militar de Gobierno, colocó en febrero de 1952 la primera piedra de dos ciudades abiertas que sirvieran de plataforma urbana a la industria extractiva del hierro: Puerto Ordaz que arrancó con la construcción del Centro Cívico a la par que Ciudad Piar al pie de los  yacimientos de hierro del Cerro Bolívar descubiertos en 1947 por un grupo de ingenieros y geólogos de la Oliver Iron Mining Company.
            En 1954, Guayana –léase el Estado Bolívar- era un inmenso territorio de bosques y ríos en toda su extensión de 238.000 kilómetros cuadrados, apenas habitado por 130 mil almas. La Zona del Caroní, era  fundamentalmente  San Félix  con una población de  5 mil habitantes, aún cuando Puerto Ordaz ya estaba planificado y se levantaba desde 1952 sobre piedras, barrancos y pastizales.  Ciudad Bolívar, la capital, 41.000 habitantes, era la más poblada, y como tal, centro de influencia urbana para el desarrollo del Caroní.  Tanto así que las oficinas de la Orinoco Mining Company, subsidiaria al igual que la Oliver Iron Mining de la United States. Steel Corporation, estaban en Ciudad Bolívar en las instalaciones que posteriormente fueron donadas  en el populoso barrio La Sabanita, al Núcleo Bolívar de la Universidad de Oriente.
            La zona del Caroní, a 120 kilómetros de los yacimientos de hierro, no tenía jurisdicción político – administrativa propia sino que el lado izquierdo del Caroní pertenecía a Ciudad Bolívar (Distrito Heres) y el lado derecho (Distrito Piar) a Upata.  No será sino en 1961 cuando por reforma de la Ley de División Político – Territorial del Estado se crea el Distrito Municipal Caroní con Capital en San Félix de Guayana.
            En 1954, Venezuela estaba gobernada por el General Marcos Pérez Jiménez, producto derivado de un golpe de estado contra el Gobierno constitucional de Rómulo Gallegos y en el Estado Bolívar el Gobernador era el doctor Eudoro Sánchez Lanz. Precisamente, ese año se efectuó el primer embarque del mineral de hierro extraído del Cerro Bolívar.  Ocurrió el viernes 9 de enero a las 10:05 de la mañana cuando el Presidente de la República, entonces coronel Marcos Pérez Jiménez, acompañado del Presidente de la Orinoco Mining, Francis Thomas, oprimió el botón que hizo poner en marcha la maquinaria destinada a finalizar las operaciones de estiba del primer barco, el “S. S. Tosca”, de bandera sueca, que momentos después zarpaba con destino al puerto de la Planta  Fairless Works, de la U. S. Steel, a 50 kilómetros de Filadelfia, Estado de Pensilvania.  En sus bodegas el carguero llevaba 6.055 toneladas métricas de hierro que llegaron a Filadelfia a través del río Delawere el 19 de enero de 1954, en medio de un espectacular despliegue de fuegos artificiales y el estridente silbido de las sirenas de otros barcos anclados en el puerto.  La United States Steel  celebraba el acontecimiento.
            Ese año de 1954, Venezuela pasó a jerarquizar la producción de mineral de hierro en Sur América con  5,5 millones de toneladas métricas, seguida del Brasil con 3,4; de Chile, con 2,0 y del Perú, con 1,4 millones de toneladas.
            El mineral de hierro se transportaba desde el área del la mina, cerca de la cima del Cerro Bolívar a la plataforma de carga de los vagones, a un promedio de 2,5 furgones por hora equivalente a 14 mil toneladas por día.  Dos locomotoras, una con 120 vagones y 100 la otra, cubrían una línea férrea de 91 millas desde el Cerro Bolívar al muelle de Punta de Lomas en Puerto Ordaz.  Era lo más visible y lo más ruidoso en 1954 aparte de las barracas obreras, mientras empresas constructoras como la “Bechtel”,  “La Camino” y “La Morrinson” echaban las bases del urbanismo sobre los pastizales donde antes pastaba el ganado de  don Alejandro Uncein.
            En 1954, más que de Puerto Ordaz, los bolivarenses preferían hablar  propiamente de la “Zona del Hierro”, la cual comenzó con barracas de madera y zinc como viviendas, un simple Comando de Policía ocupando también una barraca al igual que la, Oficina de Correos, el Comedor de obreros y empleados, la farmacia, el consultorio de medicina laboral, la oficina de colocación dependiente del Ministerio del Trabajo y un barbero.
            Los que venían de todas partes tras el nuevo Dorado, pagaban el peaje de los sinsabores del sol, el polvo y la espera larga y paciente bajo la sombra de un Roble que se hizo famoso como punto de recepción y referencia al igual que El Manguito de Castillito a la entrada del barrio Los Monos.
            La “Zona del Hierro” comenzaba a ejercer  emocionante atractivo para los desempleados de la Venezuela mejor comunicada, pero más para los del Oriente cercano, todos mejor informados por las noticias de los medios radioeléctricos y la prensa nacional, pues en el Estado Bolívar apenas existían con poco alcance desde 1936 las Radio Bolívar y la Ecos del Orinoco, más  el vespertino “El Luchador” de cuatro páginas editado en los mismos y antiguos Talleres Tipográficos de “La Empresa” de los Hermanos Suegart, donde la OMC realizaba toda la papelería administrativa, incluso la Revista “El Minero” bilingüe de cuatro páginas cuando había dejado atrás la improvisación manual del Mimeógrafo.
            Ciudad Bolívar era la gran proveedora de la “Zona del Hierro” y para cubrir las fallas informativas de “El Luchador” con respecto al fenómeno económico social que se estaba dando en la confluencia de los dos grandes ríos, Manuelito Requesens, heredero de la Librería Hispana de Ciudad Bolívar, fundó un periódico propio de la zona, “El Hierro”, que circulaba semanalmente desde 1951, pero que se apagó con el advenimiento de “El Minero”.
            El Bolivarense aparecería como semanario al año siguiente de la salida de “El Minero”, es decir, el 3 de diciembre de 1955. “Semanario para convertirse en diario” decía el cabezal derecho y el de la izquierda expresaba que se editaba en  la Editorial Talavera, calle Igualdad 18, bajo la redacción y administración de Luis N. Barrios. En el centro de los dos cabezales el logotipo “El Bolivarense” emergiendo de un tintero, y abajo el lema: “Diario matutino de intereses generales, cuarta época”.
            El nacimiento de Puerto Ordaz al calor de las perspectivas de las minas de hierro del “Cerro Bolívar” abría también la posibilidad para los medios impresos y más tarde para los medios radioeléctricos que al ritmo de la transformación urbana e industrial de la zona se fueron multiplicando.  Sobreviviente de ese quehacer primario, cuando todo comenzaba o estaba por hacerse, es la revista “El Minero”, que en junio de 2004 celebró  sus bodas de oro con la comunidad que cincuenta años atrás inició su misma aventura de sueños y realidades cabalgando la imaginación bajo la atmósfera lenitiva de sus páginas.
            

miércoles, 27 de junio de 2018

EL BOLIVARENSE DEL SIGLO XX




            El Bolivarense abrió sus páginas para inaugurar su cuarta época y convertirse con el discurrir del tiempo en el decano de los diarios de Guayana. Fue el primero de diciembre de 1957. Había comenzado como hebdomadario el 3 de diciembre de 1955. “Semanario para convertirse en diario” decía el cabezal derecho y el de la izquierda expresaba que se editaba en  la Editorial Talavera, calle Igualdad 18, bajo la redacción y administración de Luis N. Barrios. En el centro de los dos cabezales el logotipo “El Bolivarense” emergiendo de un tintero, y abajo el lema: “Diario matutino de intereses generales, cuarta época”.
            “Cuarte época” porque el siglo anterior, específicamente entre 1880 y 1898, el tipógrafo guaireño radicado en el Orinoco, J. M. Ortega y Rodríguez, editó un diario con ese nombre. Luego en 1937, el médico Luis Felipe Vargas Pizarro y en 1942, el Vicario General de la Diócesis de Guayana, Monseñor Dámaso Cardozo.
            Hasta entonces, El Bolivarense, no había podido permanecer en el tiempo. Pero en la segunda mitad del siglo veinte soplaron nuevos aires y el diario, al fin, comenzó a vivir una realidad distinta, tan promisoriamente perenne, que ya marca los cuatro decenios.
            El periodista Lorenzo Vargas Mendoza, ya extinto, lo recordó en una crónica el primero de diciembre de 1958: “Un día cualquiera, un día de tantos en que transcurre nuestra vida, sin los medios modernos, ni naturales para un periódico, sin ayuda ni colaboración de terceros, se anuncia la aparición de un semanario con proyecciones de diarios. El nombre estaba entre tres órganos del pasado que habían nacido y muerto en medio del desorden de tipos, papeles y tinta  de la Editorial Talavera. Y tuve duda entre “El Centinela de Oriente”, “El Faro de Angostura” y “El Bolivarense”, ejemplares viejos y carcomidos que estaban frente a mí. Eran tres periódicos de trayectoria y fuerte arraigo y opté por uno, basado en la identificación más fuerte con la tierra y con los hombres y que en épocas sucesivas habían salido a la lid del periodismo provinciano.
            “Y fue El Bolivarense en su Cuarta Época de lucha; nace en un medio hostil, precario en idea del periodismo moderno y una noche en medio de la poca luz del taller, utilizando los tipos ingleses y alemanes, ya cansado y que en otros tiempos sirvieron para ese mismo periódico, el Negro Barrios, ayudado por otros operarios, comenzó a levantar las primeras galeradas de El Bolivarense para aparecer el 3 de diciembre de 1955, con ocho páginas en un tamaño mayor que el tabloide clásico, teniendo como titular el mismo del viejo periódico de medio siglo, en el cual aparecía un dibujo de la calidad, teniendo como anhelo y línea de conducta el de llevarlo a la publicación diaria”.
            Las ediciones de este semanario abrían páginas editorializando sobre el tema más relevante del día. Así, la segunda del 10 de diciembre, se refiere a la inauguración del Banco de Fomento Regional Guayana y Parque de las Ferias Agropecuarias.
            El 7 de enero de 1956 el tintero de su logotipo es sustituido por una estampa de la ciudad y la semana siguiente cambia también su formato a tabloide clásico, 14 de enero de 1956, y continúa circulando sin parpadear hasta el Nº 95, 30 de noviembre, que el semanario es transformado en diario.
            El domingo primero de diciembre marcando el Nº 96 sale El Bolivarense convertido en diario de la mañana, bajo la dirección de Brigido Natera Ricci. En la Jefatura de Redacción figura Lorenzo Vargas Mendoza y Luis N. Barrios como jefe de Información. El tabloide de ocho páginas costaba Bs. 0,25 al pregón y la suscripción Bs. 6 mensual.
            A partir del Nº 165 del 25 de febrero de 1958, el recuadro del directorio es modificado y reubicado en la parte superior izquierda de la pagina 2, pero sólo con los nombres del director Brígido Natera y el Jefe de Redacción Lorenzo Vargas Mendoza. No aparece Luis N. Barrios, quien se ha ido a El Tigre, requerido con mejores perspectivas en el proyectado diario Antorcha.
            José Antonio Fernández renuncia a la Dirección de Radio Bolívar el 24 de febrero y se hace efectiva el 6 de marzo de 1958. Quiere probar suerte en el periodismo a través de El Bolivarense a donde ingresa en calidad de Gerente.
            Vargas Mendoza se aparta de la empresa el 28 de marzo para fundar su propio periódico: El Globo. Queda Don Brigido Natera solo como Director y José Antonio Fernández ejerciendo la gerencia. El 6 de julio la C. A. Editorial Talavera convoca a sus accionistas a una asamblea extraordinaria que aumenta el capital, modifica la Junta Directiva y reforma el acta constitutiva.
            El periódico se afilia al Servicio Internacional de la United Press y a partir del primero de septiembre cambia su lema de “Diario matutino de intereses generales” por el de “Diario matutino de orientación democrática” y elimina la especificación “Cuarta etapa”. 
            A fines de junio, don Brigido Natera se separa de la dirección y deja como Director y Gerente a José Antonio Fernández. De esta manera El Bolivarense llega el primero de diciembre de 1958 a su primer año de vida con una edición extraordinaria.
            Trabajaban con Fernández en el equipo de redacción: Rubén Darío Pérez, encargado de la página deportiva; Ramón Aray Lefebres, en cables; Haydée Aro Ortiz, secretaria; Domingo Rivas, jefe de circulación Heddy Lara; linotipista; Emilio Rodríguez, impositor; Ángel Purini, linotipista; Jesús Moreno, prensista; Humberto Torres Lara, maestro de linotipia; Tomás Castro Gruber, contador; Pedro Silva Casañas, en el departamento de suscripciones y Rafael Navarro, pregonero.
            Durante el primer año destacaban como columnista: Lorenzo Vargas Mendoza, Alejandro Natera, Leopoldo Villalobos, Ernesto Sifontes, Pbro. José Van Grieken de la Cruz; Diógenes Troncone, Francisco Arredondo, José Rafael Miranda, doña Mercedes de Natera (EME), Américo Fernández, Ricardo Hurtado, José Manuel Rojas (Jomar). Generalmente se publicaba una sola columna en la página dos y cuando no un editorial.
            Columna polémica que sensibilizó a los lectores fue “Descarga Radioactivas” que comenzó a publicarse diariamente desde el 11 de marzo de 1958. La poesía también tenía su espacio en una Página Lírica que aparecía semanalmente, suponemos que preparada por Doña Mercedes de Natera.
            Durante el primer año de El Bolivarense fueron numerosos los acontecimientos internacionales, nacionales y locales registrados en sus páginas. Pasando hoja, a vuelo de pájaro, llama la atención, cómo, iniciándose este diario, encuentra que comienza abrirse también una brecha de libertades en los países latinoamericanos dominados por gobiernos de fuerza.
            Tres millones de colombianos participaban en un plebiscito para ponerle fin a una década dictatorial que había costado unas 200 mil vidas. Sin embargo, en Venezuela se preparaba otro plebiscito con fines opuestos, pero que a la postre se revertiría en el movimiento cívico - militar que dio al traste con la dictadura el 23 de enero de 1958. Sin duda, el panorama noticioso denotaba un ambiente negativo para el totalitarismo latinoamericano subrayado por lo que acontecía en Colombia y Venezuela, mientras el Movimiento 26 de julio, capitaneado por Fidel Castro, empujaba desde la Sierra Maestra de Cuba contra el dictador Fulgencio Batista.
            Estado Unidos apoyaba las dictaduras como manera práctica y expedita de contrarrestar la influencia comunista en América. La guerra fría entre las dos potencias se desarrollaba en  varios planos, entre ellos, la carrera espacial, donde la URSS parecía llevar la delantera.
            El revés sufrido por los EEUU en el lanzamiento del cohete “Vanguard” que debía llevar al espacio un satélite artificial, lesionó su prestigio internacional, pero a los pocos días se desquitaría lanzando exitosamente un proyectil balístico del tipo Atlas.
            Rusia tenía en órbita dos Sputniks girando sobre la tierra, aunque no trasmitían ninguna información, muchos lo consideraban como un golpe de propaganda.
            Pero mientras los dos colosos mundiales se enredaban en una costosa guerra tecnológica por la conquista del espacio, en Venezuela, el Presidente de la República maniobraba a través de un plebiscito para perpetuarse en el Poder. Su proclamación se dio por descontada y aparentemente el Estado Bolívar le respondió el 15 de diciembre con una porte de 65.623 votos azules; 10.484 rojos y 5.922 nulos. De todas maneras, para nada le sirvió, pues el 23 de enero fue destronado.
            El Bolivarense abrió primera página así: “Guayaneses: ¡Venezuela amaneció con nuevo gobierno! Triunfó el movimiento cívico militar de la juventud venezolana. La edición del día siguiente saludó con un editorial el gran acontecimiento político militar que le daba una gran oportunidad a la democracia para salir a la calle en vez de quedarse estancada en los cines.
            Ciudad Bolívar tenía entonces siete salas de cine (América, Bolívar, Mundial, Plaza, Royal, Iris y Río) con cinemascope y pantalla gigante que, a falta de televisión, traía imágenes de lo que acontecía en otros mundos.
            Horacio Cabrera Sifontes fue el Gobernador que intermedió para llegar legítimamente a la Democracia y su obsesión fue el entonces anhelado Puente sobre el Orinoco que aspiraba construir con base en la Isla de el Degredo y que al final terminó construyendo el Gobierno Nacional ocho kilómetros agua arribas entre punta Chacón y Playa Blanca.
            Se acabó a partir del 23 de enero la pesadilla de la Cárcel Vieja y los 182 presos por delitos comunes que guardaban sus muros fueron traslados a la Cárcel de Vista Hermosa, una vez que la desocuparon los presos políticos.
            Ciudad Bolívar, en el auditorio Simón Rodríguez, fue sede de la IX Convención Nacional de la Cámara de Radio y Televisión instalada por el Ministro Oscar Machado Zuloaga y hasta allí trascendió el efecto de la efervescencia política nacional llevando a execrar a Armando Baralt, Director de Ecos del Zulia, por haber declarado que la Cámara había sido un invento de la Dictadura para controlar y manejar mejor la propaganda oficial del ideal nacional.
            Estando mandando una Junta de Gobierno presidida por el Contralmirante Wolfgan Larrzabal Ugueto, el Vicepresidente de los EEUU, Richar Nixon, visitó Venezuela, pero fue recibido bajo una lluvia de piedras al hacer su entrada en Caracas. Se inculpó entonces a los comunista, pero era que después de diez años de dictadura, virtualmente consentida por los gobiernos del Norte, el ánimo del venezolano parecía descomponerse y más todavía cuando unos reaccionarios pretendieron darle un zarpazo a la Democracia en ciernes. Encabezados por el Tcnel Juan de Dios Moncada y el Mayor José Hely Mendoza, dispararon sus armas contra el Gobierno que propiciaba la vuelta a la democracia mediante elecciones libérrimas.
            Las elecciones, después de la campaña electoral relámpago se realizaron el 3 de diciembre resultando Rómulo Betancourt favorecido con 1.204.571 votos, seguido de Larrazabal, con 884.319 y Caldera, con 405.592.
            El Bolivarense, en su primer año, fue testigo vivo y activo de ese proceso de transición de la dictadura a la democracia que es parte del principio de su historia, la historia de un matutino que hoy por hoy es el decano de todos los diarios de Guayana

martes, 26 de junio de 2018

EL SEMANARIO JUVENTUD



            “Juventud” tuvo vida como semanario de los jóvenes bolivarenses comprometidos con la literatura y los problemas sociales de la comunidad sin dejar de abordar los acontecimientos históricos y las realizaciones vinculadas con el desarrollo de Guayana.
            Particularidad curiosa de este semanario tabloide de doce páginas, lo señala el hecho de haber aparecido en la fecha bicentenaria de Ciudad Bolívar y desaparecido en la cuatricentenaria de Caracas, a la que dedicó importante espacio.
            El primer número salió a la calle el 22 de mayo de 1964, bajo la dirección de Luis Carvajal, acompañado en la redacción por Abilio Quiaro. Carvajal apenas sostuvo la dirección durante las primeras dos ediciones de cuatro páginas, dobladas a ocho en la tercera y a doce a partir de la cuarta, ya bajo la dirección del poeta José Quiaragua Pinto. Pero el verdadero motor de esta publicación hebdomadaria de la juventud, era desde Caracas, Enrique Aristeguieta, entonces pichón de periodista con sonoras veleidades izquierdistas, igual quienes  lo acompañaban en la febril empresa divulgativa. Nos referimos, además de los nombrados, a Saaf Muffi, Chislaine Latorraca, César Maldonado, Rafael Medina, Luis Marín, José Rafael Fajardo, Hugo Rodríguez, Ismael Maldonado, Juan Quiaro, encargado de poner a circular el periódico y Antonio Gil, quien fungió de administrador hasta que fue reemplazado por el propio Enrique Aristeguieta, a partir de la edición de ocho páginas.
            La letra roja en combinación con la negra dominará casi siempre en los titulares e ilustraciones y en el curso de sus catorce números durante cuatro años (1964-1967) será leal a la línea de conducta trazada en su editorial de aparición: “sin lucros ni presunciones”.
            La primera plana de la edición primera aparece engalanada con una foto tomada a Deyanire, la hija de Nasib y Blanca Rassi. No podía ser de otra manera si ella era la Reina del Bicentenario de Ciudad Bolívar. Reina con 60 mil votos vertidos en elección popular, contra 30 mil de Vilma Figarella. Las fiestas bicentenarias del traslado de la ciudad de Santo Tomás de la Guayana a la Angostura del Orinoco, duraron ocho días y estuvieron presididas por Monseñor Constantino Maradei Donato.
            El resto del material de la primera edición se contrae a una encuesta sobre el bicentenario, hecha por Enrique Aristiguieta a bolivarenses residentes en Caracas: Gioconda Rizzo de Natera, el diputado abogado José María Arapé Garmendia y el estudiante de cuarto año de derecho, José Miguel Gómez Bello (Micky). La última página está dedicada al barrio Mango Asao, presentado en declaraciones de Pedro Saúl Bernal y Ana de Cedeño, como un sector olvidado de todas las administraciones. Sorprendentemente, una hija (Jolet) de esta señora es quien lidera hoy  a la comunidad, resistida al desalojo para ceder sus predios, al desarrollo integral del Jardín Botánico del Orinoco.
            La página dos la llena un saludo del Concejo Municipal de Petare al pueblo guayanés con motivo del bicentenario. Es el único anuncio pagado y con cuyo producto se financió esta primera edición del semanario. La Municipalidad de Petare será consecuente en este aspecto con números sucesivos al igual que otras entidades públicas y privadas de Caracas, en proporción mayor con relación a los anunciantes bolivarenses.
            Para 1964, los bolivarenses estaban empeñados en una campaña por la eliminación de las Colonias Móviles de El Dorado y del Cordón Antiafotosa, al cual denominaban “Cordón del Hambre”, pues por su causa existía una evidente escasez de carne. “Juventud” en su segunda edición destaca estos dos problemas lo mismo que la huelga en la Escuela de Medicina de la UDO promovida por el Centro de Estudiantes presidido por el Br. Rafael Montes, el cual pedía la expulsión de sus compañeros José Silverio Ramos y Rafael Pirela por haber asistido armado al acto organizado con motivo del Bicentenario de Ciudad Bolívar. 
            Y algo tan importante para el desarrollo de Ciudad Guayana como la inauguración del Puente sobre el Caroní, por el Presidente Raúl Leoni, no podía eludirse como tampoco los problemas sociales de Barrio Ajuro.
            En este número, el periódico comienza a hacerle honor a su lema de “Semanario literario socio-cultural de Guayana” aceptando poemas (Amor sin fronteras) de Jean Aristeguieta y Alí Quiaragua así como una columna de Farándula de Rafael Medina.
            Con la edición tres llega el momento de reestructurar la iniciativa del hebdomadario aumentando sus páginas a ocho, luego a doce, y colocando en su dirección al poeta José Quiaragua Pinto, quien da mayor espacio a la producción literaria. Es el centenario de Unamuno y al pensador hispano dedica una página que completa con un comentario sobre la película “El Silencio” de Bergman, así como otra al poeta Rainer María Rilke (Carta a un joven poeta). Hay también mayor espacio para la publicidad y a la tradicional página de la municipalidad de Petare se añade media de al CANTV, un anuncio del abogado Franco Puppio en Caracas y cuatro pequeños avisos locales: Farmacia Castro, la Gran Tostada, Abasto Romano y Distribuidora de Loterías “Alí Terán”.
            La primera página la abrió con una entrevista que Enrique Aristeguieta hace al doctor Raúl Ramos Calles, famoso médico psiquiatra entonces gobernador de Miranda, quien habla de Venezuela como el país que presentaba una de las tasas de crecimiento más altas del mundo. Es el tercero pero también el último número  del año, pues aparece en diciembre del 64 y con un editorial denominado “Primer Plano” nombre que adoptará después Marcel Granier para un programa televisivo de opinión. En el Editorial, “Juventud” plantea la conveniencia de ubicar en Ciudad Bolívar la sede de la “Corporación Venezolana de Guayana”.
            El periódico de los muchachos, postulado como Semanario, no logra cumplir con tal periodicidad debido a la falta de apoyo económico,  pero queriendo compensar esta falla aumenta a 12 en 1965 el número de sus páginas, con formato mayor, y cambia el sistema de impresión, lo cual le permite romper la rigidez de la diagramación.
            Una pintura expresionista –Homenaje al Sol cuello cortado- de Oswaldo Páez, es posible reproducirla en la primera plana. “Sol cuello cortado” era el nombre de una revista caraqueña dirigida por Héctor Silva, Caupolicán Ovalles y Ludovico Silva. Oswaldo Páez, fundador en esos días del Grupo Araña, junto con otros jóvenes artistas, entre ellos, José Francisco Cardozo y José Laurencio Silva, quienes escribían poesía en prosa.
            Ha sido inaugurada la Biblioteca Rómulo Gallegos y una página es dedicada al acontecimiento, incluyendo el discurso completo del poeta José Sánchez Negrón, invitado por el gobernador Pedro Battistini Castro. Comienza dirigiendo esta Biblioteca el licenciado Víctor Ramírez, quien fallecerá más tarde a causa del mal de chagas.
            La Escuela de Artes Plásticas “Armando Reverón” que dirigía Omar Granado, es cerrada por el Ejecutivo regional aduciendo ser “nido de comunistas”. “Juventud” saca una mancheta: “Pedimos la reapertura de la Armando Reverón”.
            El deporte no es ajeno al periódico y en la cuarta edición se estrena una página con la noticia de que el campeón Mundial Welter Júnior, Carlos Morocho Hernández, pelearía en Ciudad Bolívar si tienen éxito las gestiones del empresario de boxeo local, Br. Luis Felipe Pérez Flores. Sería en el Gimnasio “Simón Chávez” de Ciudad Bolívar. Otra noticia se refiere a la inauguración del Polideportivo “Héctor Thomás”  de El Callao y el de Upata, también con el nombre del ídolo Simón Chávez.
            En diciembre con la edición siete retorna al formato inicial. Se ha puesto candente el problema de la Guayana Esequiba y hay quienes plantean como Nanzo Rafael Biaggi Tapia, hermano del Padre Biaggi, “reclamar por la fuerza lo que por la fuerza se nos quitó”. Hace apenas unos días, el Canciller Miguel ángel Burelli Rivas, volvía sobre el asunto declarado que “Venezuela reactivará el proceso de reclamación”. Y como si fuera ayer “Juventud” sorteó la opinión del Dr. Francisco Puppio León, entonces defensor de Héctor Rebolledo implicado en el affaire de la Lotería de Guayana, en cuanto a la posición del ministro de Justicia de entonces que planteaba y con lo cual estaba de acuerdo Puppio, el establecimiento de la minoridad penal a los 14 años debido al recrudecimiento de la ola delictiva en el país y el estado de inseguridad social que se vivía y se vive. El Dr. Ramón Sambrano Ochoa estuvo en contra.

            Por los últimos números de Juventud desfilaron personajes como Honorio Peteerson, Miguel Otero Silva, Juan Liscano. La edición 13 fue dedicada a Azorín, el último grande del siglo XX y a Mario Bacadare “Un pintor sin horizonte en busca del infinito”; la Ciudad de los Techos Rojos y Federico García Lorca, a cuya celebridad ha contribuido no sólo su obra sino su trágica muerte acaecida durante la guerra civil española. 

lunes, 25 de junio de 2018

DIARIO EL EXPRESO



Retroceder en el tiempo para recrearse en la memoria impresa del propio periódico, hace posible esta crónica aproximada a hechos, trascendentes o no, que circundaron y dieron vida a su propio nacimiento y que refrescan  la emoción del momento a quienes aún viven  y vivieron el acontecer de ese diario que recoge en buena parte la historia de Guayana a partir del tercer período de la Democracia.
            El 16 de agosto de 1969, en la subida de la calle Dalla Costa, en una antigua y angosta casa de patio largo, nació El Expreso del vientre de la primera rotativa Offset llegada  a Ciudad Bolívar para romper con el tradicional sistema de fundición en el que todavía continuaban imprimiéndose “El Luchador”, decano del diarismo, desaparecido en el 84 y “El Bolivarense” que para entonces tenía apenas doce años de fundado. Era una novedad aquella impresión casi litográfica accidentalmente inventada por Ira Rubel que ya perfeccionado recién había llegado a Venezuela con la propia timidez del desconocido.
            El Expreso, bajo la dirección de J. M. Guzmán Gómez, periódista que había sumado sus ahorros a los de la familia para aquella empresa novedosa como difícil en un medio ya copado por la existencia de dos diarios que servían a una población global de 400 mil habitantes, nació iniciándose el tercer período constitucional de la Democracia. Empezaba a mandar desde Miraflores el recién electo presidente Rafael Caldera y en el Estado Bolívar el doctor Carlos Eduardo Oxford-Arias, quien no pudo asistir a la inauguración de los talleres de Caingro, editora del nuevo diario, porque se hallaba en Caracas asistiendo a la XII Convención de Gobernadores.
            Por cierto, que en la ocasión tocó al Gobernador de Bolívar clausurar aquella convención en la que destacó que “el poder como una forma de servir y lograr un nuevo modo de vida para los venezolanos será la meta del Gobierno”.
            La información aparece en el primer número de El Expreso que abre la primera plana con una información aún más importante según la cual Gobierno y Oposición estaban a punto de un acuerdo sobre la forma de elegir a los Jueces, pues hasta entonces era el Presidente de la República a quien correspondía hacerlo y la Oposición en el Congreso quería legislar para que fuese el Consejo de la Judicatura, como en efecto lo fue desde el 69 sin que fuese la solución, pues la forma de elegir a los magistrados  volvió a hacer crisis debido a intereses subalternos de los partidos que ejercían la mayoría en el Congreso. 
            El Expreso, un nombre inspirado en “El Expreso del Caroní”, semanario que editó Fernando Reyes Maita, ex corresponsal de El Nacional en Puerto Ordaz, arrancó con dos cuerpos de 12 páginas y el lema “Un gran diario para una gran región”. Costaba un real el ejemplar y su editorial titulado “Presente decimos” toma como frase principal el verso del poeta español Antonio Machado para abrir camino. Es el mismo verso utilizado por El Nacional en su mancheta: “Caminando no hay camino / se hace camino al andar” y que el cantante hispano Manuel Serrat  popularizó por todo el continente.
            La eterna reflexión filosófica entre Naturaleza y Cultura podría estar contenida en este verso de Machado que un periódico nacional y otro en provincia ha escogido, el uno como mancheta permanente que sólo se lee el día de su aniversario, y el otro, como frase principal del editorial que delinea su razón de ser, el cual no es otro que el de abrir vías a “una región promisoria que tiene mucho que buscar para alcanzar su desarrollo económico, social, cultural y político”.
            Al lado de “Chemelo” (seudónimo del Director) estaba en la jefatura de información el veterano y otrora periodista  estrella de “Ultimas Noticias”, Gustavo Naranjo Junior. Gabriel Vilchez, manejaba la corresponsalía en Maturín; mientras Eliseo Sánchez, Ramón Aray, Carlos Balda, Víctor Bayota y Anita Marchese cubrían el reporterismo de calle en la ciudad.
            Mucho entusiasmo y comentarios por el advenimiento de un nuevo periódico, con perfil diferente, que sobrecogía a la competencia. A la inauguración de los talleres y bautizo del primer número asistieron el Arzobispo Crisanto Mata Cova para la bendición; el Secretario de Gobierno Paúl Von Buren; el presidente municipal Celestino Zamora Montes de Oca; el Prefecto Rubén Aguirre; el Jefe del Estado Mayor, Cnel. Pedro Chalbaud Troncone en representación del Comandante de la División que se hallaba por la zona fronteriza; el presidente de la Editorial Caingro, Ing. Manuel Antonio Guzmán Gómez y su madre María de Guzmán; Olga de Salom, Luis Gómez Rull, Andrés Bello Bilancieri, presidente de la Cámara de Comercio y director de El Bolivarense: Humberto Sánchez Medina, vicepresidente de Caingro, Manuel Cisneros Gambús, Carlos Arteaga, Aníbal Salomón, José Aponte, Rafael Durand Rondón, César Obdulio Iriarte, José Antonio Nicolás, Nilo González, Reinaldo González Seguías; Luis Vicente Guzmán Méndez, Johnny Flores, Haydee Rojas, Aracelis López, Mateo Gómez, Fernando Flores, gerente administrativo de Caingro; César Gil Páez, Ing. Rafael Sanoja Valladares, Luis Flores, Rafael Maestracci, Celestino Adames Pérez, Trina y Cristina Luque, en fin numerosas personalidades sumadas al acontecimiento.
            Ese día el Orinoco lucía crecido y los trabajos de remodelación del Paseo que le ganaban terreno al río sepultando la “Laja de la Sapoara”. Soledad estaba de fiesta con su Patrona y porque a Benítez Arroyo se le había ocurrido inventar que Soledad cumplía 350 años (más vieja que Ciudad Bolívar) siendo que ella nació al calor de la batería San Rafael instalada allí después del Fortín San Gabriel aquí en Angostura para guardar el paso del río.
            El Expreso envió a Ramón Aray Lilia Morales y Carlos Balda a cubrir las festividades y a hacerle un buen reportaje a Trama Primera, Reina de las fiestas.
            En esos días recién había regresado de Mérida el médico Celestino Zamora Montes de Oca en donde estuvo participando en el Congreso de Municipalidades que debatió como tema principal el anteproyecto de la Ley Orgánica Municipal para sustituir a los instrumentos legales regionales que habían convertido los Concejos en cuerpos inoperantes asentados aún sobre las bases jurídicas de los concejos de 1812.
            Eran tiempos de revueltas. Cuba exportaba su revolución a la cual se le había enfrentado Rómulo Betancourt suspendiendo relaciones no sólo con el Gobierno de la Habana sino con todos los regímenes de ese signo. Hasta en Brasil la violencia izquierdista se hacía sentir y en esos mismos días de la aparición de El Expreso la Emisora del Estado era tomada por gente armada a la cabeza de Carlos Marighela para lanzar proclamas contra el régimen que hacía una apertura hacia la democracia permitiendo elecciones municipales en varios estados.
            El gobierno de Caldera propiciaba la pacificación y permitía el regreso de Sáez Mérida, secretario general de MIR, quien se hallaba exiliado en Europa mientras Moisés Moleiro era detenido y los frentes guerrilleros de Turimiquire y Mundo Nuevo en el Norte de Monagas se dispersaban. De eso informaba el primer número de este diario al igual que la guerra de Vietnam haciendo estragos y del violento enfrentamiento entre Irlanda del Norte e Irlanda del Sur como el incidente fronterizo entre China y la Unión Soviética.
            En el Medio Oriente asimismo andaba mal la cosa y U-Thant, secretario general de las Naciones Unidas, preocupado se preparaba para intervenir en la Conferencia de México a favor  de la anhelada proscripción de las armas nucleares.
            En Biafra la gente se moría de hambre mientras Philip Blaiberg trataba  de sobrevivir su vigésimo mes con un corazón injertado gracias al profesor Christian Barnard que con manos prodigiosas hizo que el Hospital Gooute Sur pasara a la historia.
            Más de un corazón latía desesperado de admiración en el mundo por Barnard, incluyendo el de Luisa Lameda que aquí se ufanaba junto con Héctor Cristofini en los preparativos del XVIII Campeonato Nacional de Béisbol doble “A”, cuya sede había ganado Ciudad  Bolívar mientras que la de la XXVIII Serie Mundial de Béisbol aficionado la había obtenido Santo Domingo y justo se disponía en aquel momento a abrir los juegos con el encuentro Colombia Puerto Rico.
            Encuentro deportivo no tan desigual como el que en esta ciudad, bajo el patronazgo del ingeniero Rafael Delgado y Eduardo Santana, protagonizaban en el Club La Torre el campeón nacional de ajedrez Alberto Caro en simultánea con 47 contendores. Solo tres pudieron empatarlo. El resto recibió jaque mate como lo había recibido el Paseo La Alameda convertido en flamante Paseo Orinoco con los tradicionales Embarcaderos fluviales y la famosa Laja de la Sapoara sepultada bajo el concreto  armado que hizo posible la remodelación y elevación de la cota contra las inundaciones del río. Ángel del Valle Morales, poeta y cronista municipal, estaba más caliente que plancha china contra Leopoldo Sucre por la desaparición de la Laja de la Sapoara, lo mismo que los deportistas de la motonáutica que debían ir ahora hasta Soledad con los trailers para deslizar sus lanchas por la rampa del antiguo puerto de la chalanas y así poder practicar el Sky y las regatas por el Orinoco en pleno crecimiento.
            De manera que era voz populi el reclamo constante por la construcción de una rampa o embarcadero que el gobierno de Oxford-Arias nunca llegó a construir como lo había prometido, acaso porque fue sustituido antes de tiempo por el arquitecto Manuel Garrido Mendoza. Oxford salió de la Gobernación porque se la pasaba en un tete a tete con el general Rafael Alfonzo Ravard, presidente de la CVG, que según el propio gobernador se creía virrey. La bendita rampa la vendrían a construir ya en la postrimería del segundo gobierno copeyano, el de Luis Herrera Campin. También Von Buren amplió y mejoró el Aeropuerto que había sido prometido por el entonces titular del MOP, ingeniero José Curiel, en tiempos de Caldera.
            El que el Sky utilizase el puerto de Soledad como base motivó a El Expreso para un reportaje destacando las bondades del Orinoco para el turismo y que sin embargo era menospreciado. Esto llevó al médico sanitarista Sergio Karovich proponer al siguiente día la fundación de un Club de Remeros del Orinoco como existen en otras grandes ciudades con ríos y que representan sin duda un gran atractivo de recreación turística. Pero la idea no tuvo mucho aprecio y el Orinoco (por lo menos el Paseo), en vez de remeros se llenó de rameras que bastante trabajo desde entonces le venían dando al doctor Karovich.
            Agosto, como siempre, ha sido mes de vacaciones y entonces las familias venezolanas tenían sus ojos puestos en doña Alicia de Caldera que organizaba tours vacacionales por toda Venezuela con los niños más sobresalientes durante el año lectivo. El Expreso en su primera salida recogió la información del día con una gráfica titulada “Rumbo a la felicidad viajan 50 niños a la Ciudad de Cumaná”. Ese plan vacacional de la Fundación del Niño no fue continuado en gobiernos sucesivos por considerarlo riesgoso.
            Por ese tiempo las minas de oro de El Callao estaban en bancarrota y el ministro Pérez La Salvia había prometido rescatarlas. Entre tanto casi toda la Guayana por debajo del paralelo ocho era zona de libre aprovechamiento minero. Donde menos se esperaba brotaba una bulla quedando silenciosa al poco tiempo. Esto llevó al colega Ismael Morales Pérez a publicar en el primer número de El Expreso  la caricatura de un minero surruqueando  con la leyenda: “Es más la bulla que la cabuya”. Pero donde sí había bulla de verdad era en la UDO  y en la Zona del Hierro.
            Las instalaciones de la UDO llevaban dos meses tomados por estudiantes que reclamaban la autonomía universitaria que al final fue decretada por Caldera. Sutrametal igualmente tenía  convulsionada la Zona del Hierro a causa de una huelga que terminaría con la intervención del sindicato por parte de la CTV, un mal precedente que años después se aplicaría al Sutiss con  resultados muy adversos para la Confederación.
            No se pensaban todavía en los postgrados que ahora la UDO tiene a profusión. Sin embargo, en Lechería el MOP había patrocinado el primer Master en Hidrología que se dictaba no solo en Venezuela, sino en América. Diez ingenieros hicieron el curso que desde Barcelona reportaba el colega Evaristo Marín, el corresponsal de El Expreso.
            J. M. Guzmán Gómez siempre soñó a su obra más sobresaliente, El Expreso (antes lo fue El Redactor), como un periódico no sólo localista, circunscrito a Guayana sino a toda la región oriental. De allí que se haya iniciado instalando corresponsalías tan buenas como la de Maturín con  Gabriel Vilchez y la de Barcelona.
            Vilchez era un veterano periodista que en la década del 50 estuvo en Ciudad Bolívar ejerciendo la corresponsalía de El Universal mientras Guzmán Gómez competía en la de La Esfera. Por eso El Expreso desde su primer número trae abundante información de Maturín, especialmente sucesos de la llamada página roja. En ese primer número informa del viaje a Japón y países del Oriente del entonces Secretario General del CES de Monagas, Luis Alfaro Ucero.

            El Expreso se inició con escasa publicidad. El cabezal que acompaña al logotipo de su nombre lo ocupaba un aviso del Hotel Dos Ríos de Puerto Ordaz. Los demás son publicidades de Buick-69 que distribuía la Empresa Massobrio, el Tractor Nuffield-465 de Maquinaria Mendoza, ACO con su venta de carros usados, Carpintería el Porvenir y los clásicos saludos de bienvenidas que dan al nuevo periódico de Guayana los Bancos de Venezuela, Italo-Venezolano, Regional de Fomento y Radio Bolívar.

domingo, 24 de junio de 2018

LA REVISTA EDELCA



            El 15 de mayo de 1976 apareció la revista Edelca, dada a conocer entonces por el Gerente General de la Electrificación del Caroní, Rodolfo Tellería, como un boletín sin nombre, tal vez como aquel legendario batallón del Libertador en el campo de Araure que habría de conquistar su nombre con la sola victoria.  Y valga el parangón, eso ha ocurrido con esta publicación institucional, que no solo ha salido victoriosa en su gran prueba de fuego ya por casi tres decenios, sino que logrado consolidarse como la Revista Edelca y que adicionalmente tiene un nombre bien cimentado por el esfuerzo, la constancia, la  impecabilidad y superación técnico literaria permanente, gracias en buena parte al empeño que en sus sucesivas etapas ha puesto el periodista Leopoldo Pérez Chaurán, quien comenzó como coordinador y luego se prestigió como director llevándola a lograr dos distinciones relevantes: el Premio Nacional de Periodismo en 1990 y en 1993, el Premio Municipal Lucas Manzano que otorga anualmente la Alcaldía de Caroní.
            Decía el editorial del primer número de la revista, suscrito por Rodolfo Tellería:  “He querido aprovechar la oportunidad que me brinda la aparición del primer número de este boletín, para hacer llegar, en nombre de la Junta Directiva y de nuestro Presidente, el más sincero y cordial saludo a todo el personal de Edelca: obreros, empleados, técnicos y profesionales.
            Más oportuno no puede ser el momento del nacimiento de este boletín   En Edelca nos encontramos frente a un gran reto que marcará hitos en el futuro de nuestra patria.  El proyecto de aprovechamiento del potencial total de Gurí, traducido en esto próximos años en la construcción de la etapa final de la presa Raúl Leoni, es el más grande desafío en la historia de la construcción de obras en Venezuela, así como lo es el proyectar, construir y operar los grandes sistemas de la transmisión a 300.000 voltio que nos ubica como pioneros de estas obras en Venezuela y Latinoamérica.
            La feliz culminación de las obras emprendidas: Macagua, Guri primera etapa y los sistemas de transmisión a 400 KV, también primeros de su tipo en Venezuela, en los cuales los trabajadores de Edelca han respondido en forma integra, nos llena de un gran optimismo y nos hace estar seguros de alcanzar las metas que el país exige de nosotros.
            Producimos energía y para contribuir aún más al desarrollo del país, necesitamos producir más y optimizar su calidad.
            Ahora, nos toca seguir dando el ejemplo.  Para ello, tendremos que modificar en parte la estructura orgánica de la empresa la cual no tendrá otro significado sino el de una adaptación a los nuevos requerimientos.  Tenemos que trabajar y esforzarnos más en el desempeño de nuestras obligaciones.  Estrechar con mayor ahínco los lazos de amistad y el sentido de la colaboración interna, y en definitiva, prepararnos para que ese gran reto de Guri El Gigante.
            Este boletín que se editará ininterrumpidamente y  nace sin nombre porque se ha querido que ese nombre  sea reflejo de lo que deseen los trabajadores, deberá constituir un importante canal de comunicación  a todos los niveles de la empresa.  En anterior oportunidad en la humilde hoja “La Tropa” tuve ocasión de afirmar que la comunicación era información y que ésta., conjuntamente con la energía, materia prima con la cual trabajamos en Edelca, constituyen fundamentos a partir de los cuales se construyen las naciones del mundo actual.  Sin temor a equivocarnos, podemos decir que la historia de la energía así como la de la información, son en esencia, la historia del hombre y que la comunicación es signo de progreso y que la energía es la base del mismo.
            Para terminar, quiero hacer un llamado a todo el personal solicitándole su colaboración desinteresadas y total ya que sino existe esa colaboración, este esfuerzo no tendrá resultados positivos.  Este boletín será lo que la familia de trabajadores de Edelca, queremos que sea”.
            Como  lo apreciamos en el editorial o nota de presentación, la actual revista de Edelca que conocemos nació como un simple boletín, cuyo formato, calidad y tiraje ha tenido que ser modificado.  Ahora la edición es trimestral y alcanza los seís mil ejemplares. Cuando apareció en 1976 en formato dieciséis avos, circulaba mensualmente, pero en la medida que la revista se ha hecho más amplia y exigente tanto con la calidad de sus colaboradores como con su contenido y perfeccionamiento se ha hecho más costosa y, por lo tanto, imposible de mantener su frecuencia mensual inicial o bimensual.  Ahora su periodicidad aras de su permanencia, es trimestral.
            La revista, además de su contenido técnico – científico que le es propio por pertenecer a una empresa específica que explota la energía hidroeléctrica, aborda con despliegue otros temas del entorno relacionados con la historia, la cultura, la ecología y la ciencia en general.
            

viernes, 22 de junio de 2018

EL CORREO DEL CARONÍ



            La primera edición del Correo del Caroní,  registrada por el sexto mes de 1977, esboza a grandes rasgos, afinada después en los años inmediatos subsiguientes, lo que será su conducta editorial a partir del 27 de junio, fecha incluso que lo marcaba y predecía, pues era Día del Periodista Venezolano y efemérides de su homónimo el histórico Correo del Orinoco.        
            No hubo día más ideal para la natividad de un periódico. Fue escogido a propósito como homenaje a quien prestó su nombre para connotarlo con el del tributario más recio y telúrico que tiene el Orinoco, y su propietario y director para el mejor acabado de la obra le puso a la editora el nombre de Andrés Roderick, impresor que traspuso mares y se hizo grande en estas tierras.
            En rotativa offset, la más grande y moderna llegada a Ciudad Guayana, comenzó día a día a hilvanarse el diario standard de David Natera Febres, que entonces constaba de dieciséis páginas distribuidas en dos cuerpos. Posteriormente el espacio fue extendido a treinta y seis en cuatro cuerpos, compitiendo en calidad e información con los grandes rotativos del país.
            Obviamente que el Correo del Caroní es un periódico regional, pero la importancia que tiene para el guayanés no es sólo por ello, por el orgullo provincial y la calidad integral del formato, sino por la veracidad, claridad, exactitud y equilibrio de sus informaciones y por la oportunidad dada al habitante de aquende del Orinoco de tener acceso a la información escrita, bien sea regional, nacional e internacional, mucho antes de comenzar a circular los grandes rotativos nacionales.
            La calidad de la prensa de provincia y su fluida circulación incentivada también por el bajo costo comparativo, ha restado importancia a los periódicos de penetración nacional hasta el punto de eliminar éstos sus corresponsales. Si quedan algunos es en lugares de estratégico interés y para cubrir ciertas emergencias.
            De todas maneras, existen servicios de información sustentados en la avanzada tecnología comunicacional que permiten cubrir para suscriptores o abonados las informaciones importantes que los periódicos no tienen a su alcance por carecer de corresponsales propios o directos. También el Correo del Caroní, sin prescindir de corresponsales donde convenientemente cree su dirección deben estar, esta afiliado a esos servicios tanto a nivel nacional como internacional. Ello explica que en materia informativa pueda competir con los grandes rotativos nacionales, dándose frecuentemente el caso de que el Correo publique sucesos relevantes que no aparecen en los rotativos nacionales sino un día después.
            Muy distinto hasta treinta años atrás, ahora los editores no se preocupan demasiado para que sus diarios de la mañana salgan primero con la noticia o “el tubazo” como decimos en nuestro argot, sino en salir lo más temprano posible, tal vez atraídos por la máxima popular según la cual “quien madruga Dios lo ayuda” o “toma agua clara”  es decir, quien sale primero, primero vende. Su interés estriba en vender, en circular. El apremiado lector de la sociedad industrial cuando llega al puesto de publicaciones si no ha llegado su prensa preferida tiende a adquirir la que tiene a la vista. Y es evidente que un periódico se sustenta, fundamentalmente, con la pauta publicitaria, mucho más que con  el pregón, de allí el interés en circular temprano intentando una mayor circulación, pues a la postre, es lo que más interesa al anunciante, es decir, que su mensaje comercial llegue al mayor número de lectores posible.
            También es junto que el periódico con mayor circulación certificada pida precio más alto por su espacio. El Correo del Caroní debe y se empeña casi siempre con acierto en cubrir estos aspectos, pero invitando que lo lucrativo esté por encima de lo periodístico propiamente dicho. Si hay que sacrificar un espacio publicitario por una buena información, el Correo del Caroní de acuerdo a sus patrones ético está en capacidad de hacerlo.
            Bien es cierto que el periódico es una empresa cultural, lo ha sido siempre desde la invención de la imprenta en el siglo quince, pero debe sostenerse económicamente y generar beneficios para sus trabajadores, incluyendo a los editores, de donde se desprende y con mayor justificación en una sociedad industrial tan exigente, que el periódico es una empresa cultural pero igualmente una empresa lucrativa y tomando en cuenta ambos factores se ha convenido en un código de ética dirigido a proteger al lector que tiene de garante al periodista, al periodista profesional, al periodista de escuela, dotado de todas la herramientas técnicas, éticas, legales y humanísticas para jugar debidamente su rol en la sociedad.
            Pero como suelen decir los cristianos, “en la viña del Señor hay de todo”, hay periódicos que para asegurar una mayor circulación se salen de la regla que impone la ética del buen periodismo. Explotan el amarillismo o el sensacionalismo por su lado negativo, explotan el   bluff así como otros manejos ingratos de la información.
            No es el caso por cierto del Correo del Caroní, cuyo personal en todos los niveles tiene claro el concepto del término y las desviaciones mercantilistas de que son objeto algunos periódicos por parte de empresarios de la comunicación social contra los cuales se estrella la práctica doctrinaria del Colegio Nacional de Periodistas.
            Es históricamente evidente que al sensacionalismo se le debe prácticamente la revolución tipográfica de la prensa para llamar la atención, así como también el surgimiento del reportaje, de la entrevista y el periodismo de  calle ágil y vivaz. Con la prensa sensacionalista pudiéramos decir que comenzó el periodismo moderno, destacándose como pioneros Joseph Pulitzer, William Randolfth Hearst, Gordon Benet y Lord Northclffe, siendo de ellos Hearst el más atrevido.
            Williams Randolfth Hearst, norteamericano fallecido en 1951, editor de una cadena de periódicos que abarcaba las principales ciudades de los Estados Unidos, llegó a decir en el colmo de su sensacionalismo aquello de que “cuando un perro muerde a un niña, eso no es noticia; cuando una niña muerde a un perro, eso sí es noticia”. Una barbaridad desde el punto de la función social del periodismo, pues el hecho de que un perro muerda a un ser humano, por más común que sea el suceso, puede ser mortal si el animal está atacado de mal de rabia, lo que nunca se sabe en el momento de producirse la noticia. 
            Para Hearst abultar lo insólito como es el caso de que una niña muerda a un perro, era lo noticioso, lo interesante, lo importante. Pero si bien lo insólito despierta sensación por sí mismo, no por ello debemos promoverlo manejando la noticia en forma tal que pudiera lesionar sicológicamente en este caso a la niña, a los padres o a todos los niños penetrados por la noticia.
            Sermour Berkson, quien fuera director de un servicio de noticias (Internacional News Service),  lo advierte cuando afirma que “las noticias presentadas con exactitud muchas veces resultan sensacionales en sí mismas, pero el sensacionalismo en el manejo de éstas se halla estrictamente prohibido y no tiene perdón”.
            El sensacionalismo tiene dos caras como lo percibimos en esta cita del doctor Emil Dovifat, profesor publicista de la Universidad de Belín: “lo sensacional radica siempre en el interés del público; y cuando es publicístico, o sea, sinceramente al servicio del público, es necesario e imprescindible, pero nunca para satisfacer cualquier curiosidad apasionada o violación grosera de la vida privada. La vida esta llena de acontecimientos sombríos y hasta a veces trágico, que son conocidos, y tienen que serlo, para defender de sus causas, para prevenir de sus consecuencias y para cumplir el deber de reflejar el carácter de la época”.
            De suerte que el periodismo sensacionalista como lo afirma Dovifat tiene dos aspectos: uno positivo, vale decir, aquél que refleja interés para el público y que procura evitar causas y prevenir consecuencias, y el otro aspecto que implica manejar los sucesos con fines de suscitar y promover sensaciones con propósitos puramente lucrativos o, en otras palabras, de circular y vender más.
            Este último tipo de sensacionalismo, el puramente lucrativo, generalmente metido en el sexo, el crimen y la vida primada, es el perjudicial y al que tradicionalmente se le ha puesto color llamándolo “amarillismo”, tal vez por lo ictéricamente bilioso o por la cualidad expresiva que según estudiosos, tienen los colores, entre ellos, el amarillo asociado con la riqueza, la envidia y la maldad.
            Al sensacionalismo en su aspecto negativo habría que añadir igualmente el bluff cuando la noticia parte de algo inexistente y se le hace creer al público que una información falsa es auténtica.
            El Código de Ética del Colegio Nacional de Periodistas  sitúa el aspecto pernicioso de cierto tipo de sensacionalismo cuando advierte al comunicador en función de su misión social que no debe “deformar, falsear, alterar, tergiversar o elaborar material informativo impreso o audiovisual, cuya divulgación o publicación resulte denigrante o humillante para la condición humana” y, por lo tanto, establece como “condenable el uso de técnicas amarillistas como deformación del periodismo que afecta el derecho del pueblo a ser correctamente informado”.
            El Código de Ética igualmente es opuesto al anonimato y al uso incorrecto del seudónimo. Prohíbe la elaboración de textos, ilustraciones apócrifas, arreglos o montajes destinados a dañar la fe pública. Finalmente, considera como falta grave el comunicar de mala fe acusaciones sin pruebas o ataques injustificados a la dignidad, honor o prestigio de personas, instituciones o agrupaciones.

            Como viene observando el Correo del Caroní desde aquel sexto mes de 1977, la libertad de información insertada en los términos de la libertad genérica proclamada por todos los pueblos y reconocida por nuestra Constitución Nacional, tiene que ser para la promoción, bienestar y seguridad del hombre, para su elevación espiritual, moral y material y, por consiguiente, no debe invocarse este principio para “justificar intereses mercantiles o sensacionalistas o para convalidar tergiversaciones del mensaje informativo”.