En
1954, año que marca el nacimiento de la revista “El Minero”, todo lo de
hoy en Guayana, estaba por hacer o comenzaba a hacerse, incluyendo a esta
revista pionera del periodismo en la zona.
La revista “El
Minero” estaba apenas en su embrión, envuelta en membrana textual, exclusivamente mimeografiada
para un determinado segmento humano de la empresa comprometida con el
desarrollo de la industria extractiva del hierro. Los directivos de la Orinoco
Mining Company comprendieron después la necesidad de hacerla bilingüe y
a medida que la presencia venezolana tomaba cuerpo en la compañía, en esa misma
medida la revista se fue transformando conforme a nuestra propia realidad
idiomática. Hoy es el reflejo o la
historia de lo que ha sido la explotación industrial del hierro en Venezuela.
Una
explotación, antecedida a fines del siglo diecinueve por las operaciones
mineras de la Compañía Manoa, de la
cual era residente George Edward Fitzgerald, ingeniero que descubre la mina de hierro de Imataca, pero
esa rudimentaria explotación del hierro no pudo explayarse ni tuvo permanencia
en el tiempo. Es a partir de 1949,
cuando la Orinoco Mining Company hecha sus bases en la confluencia del
Orinoco con el Caroní, que la explotación del mineral de hierro, adscrita a una
moderna tecnología, traza su rumbo estable y promisorio. Entonces, en 1949, todo el desarrollo urbano
de hoy, estaba por hacerse y comenzó formal y oficialmente cuando el coronel
Luis Felipe Llovera Páez, representante de la Junta Militar de Gobierno, colocó
en febrero de 1952 la primera piedra de dos ciudades abiertas que sirvieran de
plataforma urbana a la industria extractiva del hierro: Puerto Ordaz que arrancó
con la construcción del Centro Cívico a la par que Ciudad
Piar al pie de los yacimientos
de hierro del Cerro Bolívar descubiertos en 1947 por un grupo de ingenieros y
geólogos de la Oliver Iron Mining Company.
En
1954, Guayana –léase el Estado Bolívar- era un inmenso territorio de bosques y
ríos en toda su extensión de 238.000 kilómetros cuadrados, apenas habitado por
130 mil almas. La Zona del Caroní, era
fundamentalmente San Félix con una población de 5 mil habitantes, aún cuando Puerto Ordaz ya
estaba planificado y se levantaba desde 1952 sobre piedras, barrancos y
pastizales. Ciudad Bolívar, la capital,
41.000 habitantes, era la más poblada, y como tal, centro de influencia urbana
para el desarrollo del Caroní. Tanto así
que las oficinas de la Orinoco Mining Company, subsidiaria
al igual que la Oliver Iron Mining de la United States. Steel Corporation,
estaban en Ciudad Bolívar en las instalaciones que posteriormente fueron
donadas en el populoso barrio La
Sabanita, al Núcleo Bolívar de la Universidad de Oriente.
La
zona del Caroní, a 120 kilómetros de los yacimientos de hierro, no tenía
jurisdicción político – administrativa propia sino que el lado izquierdo del
Caroní pertenecía a Ciudad Bolívar (Distrito Heres) y el lado derecho (Distrito
Piar) a Upata. No será sino en 1961
cuando por reforma de la Ley de División Político – Territorial del Estado se
crea el Distrito Municipal Caroní con Capital en San Félix de Guayana.
En
1954, Venezuela estaba gobernada por el General Marcos Pérez Jiménez, producto
derivado de un golpe de estado contra el Gobierno constitucional de Rómulo
Gallegos y en el Estado Bolívar el Gobernador era el doctor Eudoro Sánchez
Lanz. Precisamente, ese año se efectuó el primer embarque del mineral de hierro
extraído del Cerro Bolívar. Ocurrió
el viernes 9 de enero a las 10:05 de la mañana cuando el Presidente de la
República, entonces coronel Marcos Pérez Jiménez, acompañado del Presidente de
la Orinoco
Mining, Francis Thomas, oprimió el botón que hizo poner en marcha la
maquinaria destinada a finalizar las operaciones de estiba del primer barco, el
“S.
S. Tosca”, de bandera sueca, que momentos después zarpaba con destino
al puerto de la Planta Fairless Works, de la U.
S. Steel, a 50 kilómetros de Filadelfia, Estado de Pensilvania. En sus bodegas el carguero llevaba 6.055
toneladas métricas de hierro que llegaron a Filadelfia a través del río
Delawere el 19 de enero de 1954, en medio de un espectacular despliegue de
fuegos artificiales y el estridente silbido de las sirenas de otros barcos
anclados en el puerto. La
United States Steel celebraba el
acontecimiento.
Ese
año de 1954, Venezuela pasó a jerarquizar la producción de mineral de hierro en
Sur América con 5,5 millones de
toneladas métricas, seguida del Brasil con 3,4; de Chile, con 2,0 y del Perú,
con 1,4 millones de toneladas.
El
mineral de hierro se transportaba desde el área del la mina, cerca de la cima
del Cerro
Bolívar a la plataforma de carga de los vagones, a un promedio de 2,5 furgones
por hora equivalente a 14 mil toneladas por día. Dos locomotoras, una con 120 vagones y 100 la
otra, cubrían una línea férrea de 91 millas desde el Cerro Bolívar al muelle
de Punta
de Lomas en Puerto Ordaz. Era lo
más visible y lo más ruidoso en 1954 aparte de las barracas obreras, mientras
empresas constructoras como la “Bechtel”, “La Camino” y “La Morrinson” echaban
las bases del urbanismo sobre los pastizales donde antes pastaba el ganado
de don Alejandro Uncein.
En
1954, más que de Puerto Ordaz, los bolivarenses preferían hablar propiamente de la “Zona del Hierro”, la
cual comenzó con barracas de madera y zinc como viviendas, un simple Comando de
Policía ocupando también una barraca al igual que la, Oficina de Correos, el
Comedor de obreros y empleados, la farmacia, el consultorio de medicina
laboral, la oficina de colocación dependiente del Ministerio del Trabajo y un
barbero.
Los
que venían de todas partes tras el nuevo Dorado, pagaban el peaje de los
sinsabores del sol, el polvo y la espera larga y paciente bajo la sombra de un
Roble que se hizo famoso como punto de recepción y referencia al igual que El
Manguito de Castillito a la entrada del barrio Los Monos.
La
“Zona
del Hierro” comenzaba a ejercer
emocionante atractivo para los desempleados de la Venezuela mejor
comunicada, pero más para los del Oriente cercano, todos mejor informados por
las noticias de los medios radioeléctricos y la prensa nacional, pues en el
Estado Bolívar apenas existían con poco alcance desde 1936 las Radio
Bolívar y la Ecos del Orinoco, más el vespertino “El Luchador” de cuatro
páginas editado en los mismos y antiguos Talleres Tipográficos de “La Empresa”
de los Hermanos Suegart, donde la OMC realizaba toda la papelería
administrativa, incluso la Revista “El Minero” bilingüe de
cuatro páginas cuando había dejado atrás la improvisación manual del
Mimeógrafo.
Ciudad
Bolívar era la gran proveedora de la “Zona del Hierro” y para cubrir las
fallas informativas de “El Luchador” con respecto al
fenómeno económico social que se estaba dando en la confluencia de los dos
grandes ríos, Manuelito Requesens, heredero de la Librería Hispana de
Ciudad Bolívar, fundó un periódico propio de la zona, “El Hierro”, que
circulaba semanalmente desde 1951, pero que se apagó con el advenimiento de “El
Minero”.
El
Bolivarense aparecería como semanario al año siguiente de la salida de “El
Minero”, es decir, el 3 de diciembre de 1955. “Semanario para convertirse en
diario” decía el cabezal derecho y el de la izquierda expresaba que se
editaba en la Editorial Talavera, calle
Igualdad 18, bajo la redacción y administración de Luis N. Barrios. En el
centro de los dos cabezales el logotipo “El Bolivarense” emergiendo de un
tintero, y abajo el lema: “Diario matutino de intereses generales,
cuarta época”.
El
nacimiento de Puerto Ordaz al calor de las perspectivas de las minas de hierro
del “Cerro
Bolívar” abría también la posibilidad para los medios impresos y más
tarde para los medios radioeléctricos que al ritmo de la transformación urbana
e industrial de la zona se fueron multiplicando. Sobreviviente de ese quehacer primario,
cuando todo comenzaba o estaba por hacerse, es la revista “El Minero”, que en junio
de 2004 celebró sus bodas de oro con la
comunidad que cincuenta años atrás inició su misma aventura de sueños y
realidades cabalgando la imaginación bajo la atmósfera lenitiva de sus páginas.
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