lunes, 25 de junio de 2018

DIARIO EL EXPRESO



Retroceder en el tiempo para recrearse en la memoria impresa del propio periódico, hace posible esta crónica aproximada a hechos, trascendentes o no, que circundaron y dieron vida a su propio nacimiento y que refrescan  la emoción del momento a quienes aún viven  y vivieron el acontecer de ese diario que recoge en buena parte la historia de Guayana a partir del tercer período de la Democracia.
            El 16 de agosto de 1969, en la subida de la calle Dalla Costa, en una antigua y angosta casa de patio largo, nació El Expreso del vientre de la primera rotativa Offset llegada  a Ciudad Bolívar para romper con el tradicional sistema de fundición en el que todavía continuaban imprimiéndose “El Luchador”, decano del diarismo, desaparecido en el 84 y “El Bolivarense” que para entonces tenía apenas doce años de fundado. Era una novedad aquella impresión casi litográfica accidentalmente inventada por Ira Rubel que ya perfeccionado recién había llegado a Venezuela con la propia timidez del desconocido.
            El Expreso, bajo la dirección de J. M. Guzmán Gómez, periódista que había sumado sus ahorros a los de la familia para aquella empresa novedosa como difícil en un medio ya copado por la existencia de dos diarios que servían a una población global de 400 mil habitantes, nació iniciándose el tercer período constitucional de la Democracia. Empezaba a mandar desde Miraflores el recién electo presidente Rafael Caldera y en el Estado Bolívar el doctor Carlos Eduardo Oxford-Arias, quien no pudo asistir a la inauguración de los talleres de Caingro, editora del nuevo diario, porque se hallaba en Caracas asistiendo a la XII Convención de Gobernadores.
            Por cierto, que en la ocasión tocó al Gobernador de Bolívar clausurar aquella convención en la que destacó que “el poder como una forma de servir y lograr un nuevo modo de vida para los venezolanos será la meta del Gobierno”.
            La información aparece en el primer número de El Expreso que abre la primera plana con una información aún más importante según la cual Gobierno y Oposición estaban a punto de un acuerdo sobre la forma de elegir a los Jueces, pues hasta entonces era el Presidente de la República a quien correspondía hacerlo y la Oposición en el Congreso quería legislar para que fuese el Consejo de la Judicatura, como en efecto lo fue desde el 69 sin que fuese la solución, pues la forma de elegir a los magistrados  volvió a hacer crisis debido a intereses subalternos de los partidos que ejercían la mayoría en el Congreso. 
            El Expreso, un nombre inspirado en “El Expreso del Caroní”, semanario que editó Fernando Reyes Maita, ex corresponsal de El Nacional en Puerto Ordaz, arrancó con dos cuerpos de 12 páginas y el lema “Un gran diario para una gran región”. Costaba un real el ejemplar y su editorial titulado “Presente decimos” toma como frase principal el verso del poeta español Antonio Machado para abrir camino. Es el mismo verso utilizado por El Nacional en su mancheta: “Caminando no hay camino / se hace camino al andar” y que el cantante hispano Manuel Serrat  popularizó por todo el continente.
            La eterna reflexión filosófica entre Naturaleza y Cultura podría estar contenida en este verso de Machado que un periódico nacional y otro en provincia ha escogido, el uno como mancheta permanente que sólo se lee el día de su aniversario, y el otro, como frase principal del editorial que delinea su razón de ser, el cual no es otro que el de abrir vías a “una región promisoria que tiene mucho que buscar para alcanzar su desarrollo económico, social, cultural y político”.
            Al lado de “Chemelo” (seudónimo del Director) estaba en la jefatura de información el veterano y otrora periodista  estrella de “Ultimas Noticias”, Gustavo Naranjo Junior. Gabriel Vilchez, manejaba la corresponsalía en Maturín; mientras Eliseo Sánchez, Ramón Aray, Carlos Balda, Víctor Bayota y Anita Marchese cubrían el reporterismo de calle en la ciudad.
            Mucho entusiasmo y comentarios por el advenimiento de un nuevo periódico, con perfil diferente, que sobrecogía a la competencia. A la inauguración de los talleres y bautizo del primer número asistieron el Arzobispo Crisanto Mata Cova para la bendición; el Secretario de Gobierno Paúl Von Buren; el presidente municipal Celestino Zamora Montes de Oca; el Prefecto Rubén Aguirre; el Jefe del Estado Mayor, Cnel. Pedro Chalbaud Troncone en representación del Comandante de la División que se hallaba por la zona fronteriza; el presidente de la Editorial Caingro, Ing. Manuel Antonio Guzmán Gómez y su madre María de Guzmán; Olga de Salom, Luis Gómez Rull, Andrés Bello Bilancieri, presidente de la Cámara de Comercio y director de El Bolivarense: Humberto Sánchez Medina, vicepresidente de Caingro, Manuel Cisneros Gambús, Carlos Arteaga, Aníbal Salomón, José Aponte, Rafael Durand Rondón, César Obdulio Iriarte, José Antonio Nicolás, Nilo González, Reinaldo González Seguías; Luis Vicente Guzmán Méndez, Johnny Flores, Haydee Rojas, Aracelis López, Mateo Gómez, Fernando Flores, gerente administrativo de Caingro; César Gil Páez, Ing. Rafael Sanoja Valladares, Luis Flores, Rafael Maestracci, Celestino Adames Pérez, Trina y Cristina Luque, en fin numerosas personalidades sumadas al acontecimiento.
            Ese día el Orinoco lucía crecido y los trabajos de remodelación del Paseo que le ganaban terreno al río sepultando la “Laja de la Sapoara”. Soledad estaba de fiesta con su Patrona y porque a Benítez Arroyo se le había ocurrido inventar que Soledad cumplía 350 años (más vieja que Ciudad Bolívar) siendo que ella nació al calor de la batería San Rafael instalada allí después del Fortín San Gabriel aquí en Angostura para guardar el paso del río.
            El Expreso envió a Ramón Aray Lilia Morales y Carlos Balda a cubrir las festividades y a hacerle un buen reportaje a Trama Primera, Reina de las fiestas.
            En esos días recién había regresado de Mérida el médico Celestino Zamora Montes de Oca en donde estuvo participando en el Congreso de Municipalidades que debatió como tema principal el anteproyecto de la Ley Orgánica Municipal para sustituir a los instrumentos legales regionales que habían convertido los Concejos en cuerpos inoperantes asentados aún sobre las bases jurídicas de los concejos de 1812.
            Eran tiempos de revueltas. Cuba exportaba su revolución a la cual se le había enfrentado Rómulo Betancourt suspendiendo relaciones no sólo con el Gobierno de la Habana sino con todos los regímenes de ese signo. Hasta en Brasil la violencia izquierdista se hacía sentir y en esos mismos días de la aparición de El Expreso la Emisora del Estado era tomada por gente armada a la cabeza de Carlos Marighela para lanzar proclamas contra el régimen que hacía una apertura hacia la democracia permitiendo elecciones municipales en varios estados.
            El gobierno de Caldera propiciaba la pacificación y permitía el regreso de Sáez Mérida, secretario general de MIR, quien se hallaba exiliado en Europa mientras Moisés Moleiro era detenido y los frentes guerrilleros de Turimiquire y Mundo Nuevo en el Norte de Monagas se dispersaban. De eso informaba el primer número de este diario al igual que la guerra de Vietnam haciendo estragos y del violento enfrentamiento entre Irlanda del Norte e Irlanda del Sur como el incidente fronterizo entre China y la Unión Soviética.
            En el Medio Oriente asimismo andaba mal la cosa y U-Thant, secretario general de las Naciones Unidas, preocupado se preparaba para intervenir en la Conferencia de México a favor  de la anhelada proscripción de las armas nucleares.
            En Biafra la gente se moría de hambre mientras Philip Blaiberg trataba  de sobrevivir su vigésimo mes con un corazón injertado gracias al profesor Christian Barnard que con manos prodigiosas hizo que el Hospital Gooute Sur pasara a la historia.
            Más de un corazón latía desesperado de admiración en el mundo por Barnard, incluyendo el de Luisa Lameda que aquí se ufanaba junto con Héctor Cristofini en los preparativos del XVIII Campeonato Nacional de Béisbol doble “A”, cuya sede había ganado Ciudad  Bolívar mientras que la de la XXVIII Serie Mundial de Béisbol aficionado la había obtenido Santo Domingo y justo se disponía en aquel momento a abrir los juegos con el encuentro Colombia Puerto Rico.
            Encuentro deportivo no tan desigual como el que en esta ciudad, bajo el patronazgo del ingeniero Rafael Delgado y Eduardo Santana, protagonizaban en el Club La Torre el campeón nacional de ajedrez Alberto Caro en simultánea con 47 contendores. Solo tres pudieron empatarlo. El resto recibió jaque mate como lo había recibido el Paseo La Alameda convertido en flamante Paseo Orinoco con los tradicionales Embarcaderos fluviales y la famosa Laja de la Sapoara sepultada bajo el concreto  armado que hizo posible la remodelación y elevación de la cota contra las inundaciones del río. Ángel del Valle Morales, poeta y cronista municipal, estaba más caliente que plancha china contra Leopoldo Sucre por la desaparición de la Laja de la Sapoara, lo mismo que los deportistas de la motonáutica que debían ir ahora hasta Soledad con los trailers para deslizar sus lanchas por la rampa del antiguo puerto de la chalanas y así poder practicar el Sky y las regatas por el Orinoco en pleno crecimiento.
            De manera que era voz populi el reclamo constante por la construcción de una rampa o embarcadero que el gobierno de Oxford-Arias nunca llegó a construir como lo había prometido, acaso porque fue sustituido antes de tiempo por el arquitecto Manuel Garrido Mendoza. Oxford salió de la Gobernación porque se la pasaba en un tete a tete con el general Rafael Alfonzo Ravard, presidente de la CVG, que según el propio gobernador se creía virrey. La bendita rampa la vendrían a construir ya en la postrimería del segundo gobierno copeyano, el de Luis Herrera Campin. También Von Buren amplió y mejoró el Aeropuerto que había sido prometido por el entonces titular del MOP, ingeniero José Curiel, en tiempos de Caldera.
            El que el Sky utilizase el puerto de Soledad como base motivó a El Expreso para un reportaje destacando las bondades del Orinoco para el turismo y que sin embargo era menospreciado. Esto llevó al médico sanitarista Sergio Karovich proponer al siguiente día la fundación de un Club de Remeros del Orinoco como existen en otras grandes ciudades con ríos y que representan sin duda un gran atractivo de recreación turística. Pero la idea no tuvo mucho aprecio y el Orinoco (por lo menos el Paseo), en vez de remeros se llenó de rameras que bastante trabajo desde entonces le venían dando al doctor Karovich.
            Agosto, como siempre, ha sido mes de vacaciones y entonces las familias venezolanas tenían sus ojos puestos en doña Alicia de Caldera que organizaba tours vacacionales por toda Venezuela con los niños más sobresalientes durante el año lectivo. El Expreso en su primera salida recogió la información del día con una gráfica titulada “Rumbo a la felicidad viajan 50 niños a la Ciudad de Cumaná”. Ese plan vacacional de la Fundación del Niño no fue continuado en gobiernos sucesivos por considerarlo riesgoso.
            Por ese tiempo las minas de oro de El Callao estaban en bancarrota y el ministro Pérez La Salvia había prometido rescatarlas. Entre tanto casi toda la Guayana por debajo del paralelo ocho era zona de libre aprovechamiento minero. Donde menos se esperaba brotaba una bulla quedando silenciosa al poco tiempo. Esto llevó al colega Ismael Morales Pérez a publicar en el primer número de El Expreso  la caricatura de un minero surruqueando  con la leyenda: “Es más la bulla que la cabuya”. Pero donde sí había bulla de verdad era en la UDO  y en la Zona del Hierro.
            Las instalaciones de la UDO llevaban dos meses tomados por estudiantes que reclamaban la autonomía universitaria que al final fue decretada por Caldera. Sutrametal igualmente tenía  convulsionada la Zona del Hierro a causa de una huelga que terminaría con la intervención del sindicato por parte de la CTV, un mal precedente que años después se aplicaría al Sutiss con  resultados muy adversos para la Confederación.
            No se pensaban todavía en los postgrados que ahora la UDO tiene a profusión. Sin embargo, en Lechería el MOP había patrocinado el primer Master en Hidrología que se dictaba no solo en Venezuela, sino en América. Diez ingenieros hicieron el curso que desde Barcelona reportaba el colega Evaristo Marín, el corresponsal de El Expreso.
            J. M. Guzmán Gómez siempre soñó a su obra más sobresaliente, El Expreso (antes lo fue El Redactor), como un periódico no sólo localista, circunscrito a Guayana sino a toda la región oriental. De allí que se haya iniciado instalando corresponsalías tan buenas como la de Maturín con  Gabriel Vilchez y la de Barcelona.
            Vilchez era un veterano periodista que en la década del 50 estuvo en Ciudad Bolívar ejerciendo la corresponsalía de El Universal mientras Guzmán Gómez competía en la de La Esfera. Por eso El Expreso desde su primer número trae abundante información de Maturín, especialmente sucesos de la llamada página roja. En ese primer número informa del viaje a Japón y países del Oriente del entonces Secretario General del CES de Monagas, Luis Alfaro Ucero.

            El Expreso se inició con escasa publicidad. El cabezal que acompaña al logotipo de su nombre lo ocupaba un aviso del Hotel Dos Ríos de Puerto Ordaz. Los demás son publicidades de Buick-69 que distribuía la Empresa Massobrio, el Tractor Nuffield-465 de Maquinaria Mendoza, ACO con su venta de carros usados, Carpintería el Porvenir y los clásicos saludos de bienvenidas que dan al nuevo periódico de Guayana los Bancos de Venezuela, Italo-Venezolano, Regional de Fomento y Radio Bolívar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario