Durante
mucho tiempo se ha planteado el asunto de si el periodismo es un género
literario o una actividad ajena al arte literario o, en todo caso, un subgénero
literario por la virtual ausencia en él de un rigor estrictamente estético. Por
supuesto, los periodistas que nunca se quedan callados han respondido
criticando de artificiosaza la obra literaria y, por lo general, dirigida a un
reducido grupo de miembros de la comunidad social.
Algunos
académicos han sido renuentes en admitir al periodismo dentro de sus
clasificaciones. Se ha dicho incluso, de manera prejuiciosa, que si hay que
darle una clasificación, tendría que ser dentro del género de la oratoria dada
la forma ventajosa como el periódico sustituye a la tribuna.
El
argumento más fuerte esgrimido es que el periódico, y sobre todo el diario, “es
una obra improvisada que se concibe y redacta con rapidez en un lenguaje propio
para ser comprendido hasta por las clases menos cultas, pero carente de la
elegancia y belleza estética de las producciones literarias”.
De
todas maneras, en cuanto a lenguaje y estilo hay tres tendencias: la de los
puristas, que piensan que el diario debe escribirse con pulcritud y belleza
como las demás obras literarias. La tendencia de los realistas, que recomiendan
el estilo familiar, propio de las conversaciones, tomando en cuenta que el
periódico está dirigido no a una minoría intelectual sino al pueblo en general;
y la tendencia ecléctica, partidaria de un diario con una estructura en cuanto
al estilo, adaptada a la importancia y característica de cada asunto.
Alexis
Márquez Rodríguez, miembro de la Academia Nacional de la Lengua, se ubica en lo
cierto cuando afirma que la discusión en el campo de la literatura sobre los
géneros literarios está totalmente superada y que en la actualidad las mayorías
están conscientes de lo inútil e irreal de tal planteamiento, sobre todo,
porque ni en la literatura ni en el periodismo pueden existir géneros puros.
Tampoco existen técnicas de redacción puras. En la práctica es imposible
redactar un texto que sea exclusivamente narrativo, o exclusivamente
descriptivo, dialogal o expositivo.
Particularmente
considero que el periodismo no necesita
una clasificación dentro de la literatura, pues es tan autónomo como ella y
tiene como ella sus propias clasificaciones. El periodismo no tiene por qué
estar arrimado a la literatura toda vez que posee caracteres propios que le dan
una fisonomía independiente, siendo quizás el que mejor responde a las
necesidades de la época y el que desempeña un papel de mayor trascendencia
social. Esto lo subraya una Enciclopedia importante, la Espasa-Calpe, cuando expresa que “el periodismo es un poder del
Estado, un instrumento cultural en cuanto a que constituye el alimento
espiritual de todos y exclusivamente de muchos”.
Albert
Camus, escritor francés nacido en Argelia, Premio Nóbel, autor de “El
Extranjero”, quien fue reportero a los 25 años, consideraba el oficio
periodístico un ejercicio noble y elevado
como escribir novelas o piezas de teatro. En una ocasión desconcertó a Sartre
encomendándole no un editorial sino un reportaje sobre la insurrección en
París. Como Camus, muchos grandes literatos debieron pasar primero por la
experiencia del periodismo, lo que hace innegable la existencia de una
interrelación entre periodismo y literatura, especialmente en el campo de la
narrativa. Esa interrelación se hace más evidente cuando observamos que la
literatura contemporánea, en su afán por llegar a las mayorías, ha tenido que
deponer prejuicios y acogerse a muchos de los procedimientos, técnicos y
temáticos del periodismo moderno.
El
periodismo trabaja con cuatro formas de elocuciones: narrativa, expositiva,
descriptiva y dialogal, de acuerdo con la índole del trabajo periodístico. En
lo literario también encontramos estos elementos y en ambos también la
interpretación imaginativa. Por eso se ha dicho que en determinados aspectos,
la narrativa literaria es la que más se aproxima a la periodística. Las mismas técnicas de redacción que emplea
el periodista las utiliza el literato. La diferencia estriba en el contenido,
carácter y finalidad de ambas narrativas, el contenido de la narrativa
literaria suele ser ficticio y el carácter y la finalidad, informativos o doctrinarios.
No obstante esta diferencia existe cada vez más acentuada la tendencia de
lograr un matrimonio equilibrado entre la técnica periodística y el arte
novelístico.
Existen
ejemplos relevantes que respaldan esta afirmación. Ernest Hemingway y Gabriel
Garcías Márquez, los dos Premios Nóbel de Literatura, establecen en sus obras
este equilibrio y ambos, antes de ascender al plano de la literatura
propiamente, quemaron etapas y se alimentaron previamente del periodismo. Aquí
podríamos agregar a Jhon Dos Passos y citar a Truman Capote como el
escritor que se vale de la técnica del
periodismo para abrirle comino a la novela-realidad.
Ernest
Hemingway trabajó sus novelas con la misma técnica del periodismo que
le enseñó Pete Wellington, jefe de redacción del Kansas City Star, cuando aquél
era un joven reportero: Utilice frases cortas. Adquiera un estilo
brillante. Sea positivo. Escriba con palabras de acción. Suprima adjetivos
innecesarios. Acorte párrafos. Nunca emplee dos palabras cuando una debe bastar.
Utilice verbos directos”.
En
cualquiera de sus novelas. Adiós a las Armas, Por quién doblan las
Campanas, El viejo y el Mar, se observa el tono objetivo y
cinematográfico típico del periodismo moderno.
Gabriel
García Márquez, lo mismo que Hemingway
en su tiempo, antes de llegar a la cumbre de la literatura, fue primero
periodista. En Venezuela ejerció como tal y aparecía registrado en la Asociación
Venezolana de Periodistas. Su actividad periodística la inicia en
Cartagena en el diario El Universal (1948). En 1950 se
halla en Barranquilla escribiendo una columna en El Heraldo. En 1951 es
corresponsal de El Espectador de Colombia en Ginebra y en 1959 trabaja en
Bogotá como corresponsal de Prensa Latina de La Habana. La
novela que mejor refleja su condición de
periodista hasta el punto de hacer de ella una síntesis específica de
periodismo y literatura, es “Crónica de una muerte anunciada”,
lo que Truman Capote llamaría una novela real. Aquí el escritor deshilvana un
sumario –el correspondiente al asesinato de Cayetano Gentile (Santiago Nasar en
la ficción) consumado por los hermanos China (los Vicarios) el 22 de enero de
1951 en el departamento Sucre de Colombia.
Jhon
Dos Passos, Las novelas de
este escritor Norteamericano se inspiran principalmente en motivaciones
históricas y sociales, pero enlazadas estilísticamente en el espíritu del
periodismo moderno. “Maniatan Transfer” muestra las experiencias formales del
periodismo cinematográfico de los documentales
y la trilogía novelística USA, la
influencia de la técnica periodística.
Truman
Capote con “A Sangre fría”, abre el camino de la novela realidad. Procedió
de acuerdo a la técnica periodística de rutina. La fantasía, la imaginación son
aquí deliberadamente omitidas para poder reconstruir la realidad. Sólo la
organización de estilo de la novela.
Mario
Vargas Llosa, peruano,
trabajó en periodismo escrito y radial desde los 16 años y se destacó en 1959 en la
Radio-Televisión francesa. Sus novelas son apegadas a la objetividad. Es el
propio lector quien debe juzgar, aceptar o rechazar esas peripecias vitales. En
su famosa novela “Casa Verde” los individuos y sus historias aparecen fatalmente
determinados por el medio social y geográfico.
El
cubano Alejo Carpentier,
autor de “Los Pasos Perdidos”, aunque no se conoce que haya trabajado el
periodismo, abogaba por algo que es propio del periodismo, abogaba por una
novela que no sólo exprese la época sino que la interprete.
Augusto
Roa Bastos, paraguayo,
escritor de fama y talento, ejerció el periodismo de prensa y radio y llegó a
ser jefe de redacción de “El País” en La Asunción y
corresponsal del mismo en Europa. Esa experiencia se capta en “Yo
el supremo”, que es novela de aventuras e investigación histórica y
bien sabemos que la narración histórica es la que más se acerca al periodismo.
Los
mismos podemos decir de escritores venezolanos, fundamentalmente de Arturo
Uslar Pietro y Miguel Otero Silva, distinguidos en el ejercicio
paralelo de periodismo y literatura.
En
sus novelas la realidad histórica juega un rol importante y para no quedarnos
en literatos del Nuevo Continente pudiéramos señalar para mayor reforzamiento
al inglés Charles Dickens,
periodista profesional del siglo pasado, editor de diarios y revistas, autor de
las novelas “Sketches by Box” y “Los papeles de Pickwick”, donde es clara
la presencia de la experiencia del periodismo; el francés Henry Stendhal, también del siglo anterior y de estilo
sobrio, aborda su novela “Rojo y Negro” con procedimientos genuinamente periodístico aunque reelaborados
literariamente. Él, al igual que su paisano y coetáneo Honorato de Balzac, autor de “La Comedia Humana”, suma de 97 crónicas y expresión de un
país y una época, desdeña la imaginación pura para apoyarse en la realidad
circundante; Curzio Malaparte,
autor de “La Piel”, plástica vivacidad del corresponsal de guerra, es
presentado en la novela italiana y europea como dechado del novelista que ha
fusionado en su obra las virtudes cardinales del periodista moderno”.
En
cuanto a España, en aquel país es raro el novelista que no sea o haya sido
periodista. Ello podría explicar el porqué desde comienzos del siglo diecinueve
hasta nuestros días, ha habido un maridaje constante entre novela y periodismo.
Las letras españolas han estado siempre muy apegadas a la realidad. Bastaría
sólo con señalar a uno de los grandes, Benito Pérez Galdós, de gran
objetividad y realismo, considerado el mejor novelista español después de Cervantes
y de quien derivan los más importantes novelistas realistas de este
siglo. Cronista épico de al sociedad española desgarrada por la decadencia de
la monarquía. Dicho esto pudiéramos concluir diciendo que innegablemente existe
una interrelación entre periodismo y literatura, visible en aquellos
profesionales del periodismo como los Nóbel Ernesto Hemingway y Gabriel García
Márquez, quienes elevaron su experiencia periodística al plano de la
narrativa literaria, así mismo en aquellos que asimilaron al caudal de la nueva
técnica narrativa procedimientos del estilo periodístico.
La
literatura actual se identifica bastante con el periodismo moderno porque es,
por lo menos en el campo de la narrativa, bastante objetiva y documentalista,
tal vez buscando romper con aquello de “asocial y hermético” que se le
acuña y para contradecir al novelista inglés Pritchett, quien decía
escribir para él, para su propio placer y amor propio, y no para el lector, no
para la gente o la sociedad como a la inversa ocurre con los periodistas.
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