En
1854, época de los Monagas, Ciudad Bolívar tenía Imprenta Municipal, en la que
se editaba preferentemente la Gaceta Oficial y varios periódicos locales, entre ellos, El Progreso, semanario
semioficial, comercial, literario e industrial que, exceptuando el Correo
del Orinoco, dio cabida por primera vez a la poesía.
El.
Licenciado Carlos Mejías ignoraba este hecho histórico del periodismo guayanés,
cuando entre varios nombres y aceptando las sugerencias de un amigo, decidió
esta denominación de “El Progreso” para la que sería la
obra más importante de su vida.
El
diario “El Progreso” de Ciudad Bolívar, el de mayor circulación y
cobertura en todo el Estado a pesar de su temprana edad, no es producto de un ensayo casual sino el
resultado de un proceso que con el pasar del tiempo se fue madurando. Carlos
Mejías dice que todo comenzó en los albores de su adolescencia allá en la
tierra del oro y del calipso donde nació y se dolía de que los periódicos de la
región poco se ocuparan del acontecer de El Callao. Entonces, siendo
apenas estudiante del primer nivel,
trabajó dentro de sus limitaciones para llenar este vacío. Se puso de acuerdo con varios amigos y editó
en multígrafo “La Voz del Yuruary”, semanario por el cual los moradores de El
Callao pagaba “un cachete” (Bs.5,00)
mientras que los periódicos que allá llegaban de Ciudad Bolívar se pregonaban a
Bs. 025. Un fenómeno interesante que lo aguijoneará toda la vida.
“La
Voz del Yuruary” circuló desde 1966 hasta 1969. Los estudios de secundaria en el “Liceo Peñalver” y superior en el IUTIRLA de Caracas dejaron atrás este
hermoso proyecto juvenil de la provincia adentro que Carlos Mejías registra en
su memoria como un romántico
antecedente que se refuerza en
Ciudad Bolívar con “La Denuncia”, otro semanario, técnicamente mejor concebido y
que en realidad no fue más que el laboratorio del hoy matutino tabloide “El
Progreso”.
Mejías
que nunca dejó de estudiar hasta graduarse primero de técnico, luego de
licenciado y finalmente de magíster en educación superior y planificación,
estuvo durante dieciocho años administrando el Instituto Universitario donde
estudió y finalmente decidió separarse de la docencia para transformar la voz del Yuruary en la voz de
toda la región de Guayana.
“El
Progreso” como reminiscencia inconsciente de aquel otro homólogo de
mediados del siglo diecinueve, apareció el 8 de mayo de 1993 en formato
tabloide de 24 páginas y con el lema “La verdad primero”. Ese día de San Acacio, con la colaboración de
varios periodistas, entre los cuales destacaba Rosendo Magallanes, como un
verdadero alter ego, Carlos Mejías se
lanzaba al ruedo de una nueva empresa que en vez de aulas limitadas por muros
adoptaba el espacio abierto e infinito de la calle como cátedra para la
información y la discusión de las ideas.
El matutino
despegaba desde un viejo inmueble de la Calle Zea, impreso en una rotativa de
segunda mano que Carlos Mejías adquirió en los Estados Unidos junto con el
primer equipo digital que la industria gráfica establecía en la provincia. El tiraje inicial fue de ocho mil ejemplares
que luego la demanda estabilizó en tres mil hasta que el estilo noticioso y
localista del periódico le fue imprimiendo un impulso ascendente. En 1995, “El Progreso” había alcanzado un
tiraje de 20 mil ejemplares y en la actualidad bordea los 32 mil con un ocho
por ciento de devolución.
Y
en la medida que se ha venido incrementando el tiraje, en esa misma medida ha
crecido el número de páginas que en la actualidad es de 32 y de 48 en el futuro
inmediato, vale decir, tan pronto se
concluya el proceso de reestructuración de la Editorial “Huyapari”,
virtualmente a la vanguardia de las nuevas tecnologías de impresión. Pronto
entrará en operación un CTP, sistema digital que cumplirá el proceso de
fotomecánica, fluidamente desde la diagramación en el computador hasta el revelado
automático de las planchas.
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